19th Ave New York, NY 95822, USA

Romance a la olvidada tarima

Caridad

Llenos están los libros de romances nazarenos, de artículos que cualquiera escribe aunque no tenga dos dedos ni de frente ni de espaldas, ni de cerca ni de lejos, anaqueles cual montañas encierran millones de versos para aquella Dolorosa, para este Padre Eterno, para la Cena ‘morá’ o la Oración en el Huerto, para el Perdón que es castizo o el Lavatorio eterno que los ‘coloraos’ pasean tras subir el Puente Viejo.

Siglos de literatura y tantos funestos textos que si juntos se pusieran taparían el universo. Y en tan ingente producción, de artículos de medio pelo, que por nadie pase leerlos, jamás se escribió ni una letra a tan excelente invento: La tarima nazarena, indispensable sustento de las tallas que se elevan para acercarlas al cielo. Si tintinean las tulipas, si las bocinas se burlan, si taconean las manolas mientras la cera crepita, todos sonidos cofrades que suenan de maravilla, tú, sagrada tarima, ves recrujir tu madera mientras mordisqueas el hombro del estante que se arrima.

Son mordiscos nazarenos, que a cada paso evidencian, ese sufrimiento alegre de los hombres de la huerta que venían, por cuatro perras pero mucha ‘conocencia’, a portarte orgullosos por las calles nazarenas. De plata corlada unas, otras de fina madera recubierta de oro puro. Estas, con una leyenda. Aquellas, campeando el escudo de hermandades tan señeras. Las hay que firmó Lorente; las primeras de López Chacón, preciosas las de Juan Cascales; y muchas también de Carrión, ¡gubias fenomenales! Sin ti, querida tarima, no habría Semana Santa ni la procesión corinta en las plazas cautivara, como ocurrió este sábado en Murcia.

Porque sustentas al Cristo, que allá en Santa Catalina aclaman, y a esa Dolorosa chica, la primera que tallara nuestro Salzillo inmortal, henchida de arte y de gracia.

Lágrimas de cera
Sobre ti camina el Señor hacia el Calvario maldito, sobre ti es expoliado y en tu madera divina, las lágrimas de la Verónica, como santa lluvia fina, van tiñendo de corinto el paño que la ilumina. En tus tablones rendidos San Juan camina y se altera cuando un estante novato cambia el paso en la carrera. Y entonces el cabo de andas, armado de tanta paciencia, en vez de golpearlo a él, es a ti a quien golpea. Pero jamás en la vida, nunca hasta hoy y que se sepa, te quejaste del maltrato que te impone la morera.

Así de humilde te hicieron y así de hermosa paseas, iluminada por brazos, tulipas que tintinean, o aguantando en piel de oro gotas de cera irredentas. Son lágrimas que caen hirvientes, calientes como pavesas, que imprimen pequeñas heridas en tus centenarias vetas y tiñen de hermoso corinto tan penitencial madera.

Eres tarima galana un trono para la Pasión, epicentro de miradas, plataforma floreada donde camina el Señor, cuando avanza hacia el Calvario o inquieto en su Oración, cuando la Verónica llora o lo vienen castigando en tan cruel Flagelación.

No solo por lo que muestras, que es al mismo Redentor, mereces ser ensalzada, como acostumbra el Perdón, que convirtió su traslado en sabrosa tradición. También por lo mucho que ocultas eres digna de mención. Baterías endiabladas presas en algún rincón o un botijo colgante de agua clara, maravillosa invención, que refresca a los estantes con su escasa graduación. O la almohadilla tan galana que se abraza con tesón a tus brazos de madera en perfecta comunión.

Así, pues, tarima olvidada, aunque nadie te eche cuentas ni ensalce tu gran labor, sin ti no hay Semana Santa ni tampoco procesión. Y sin Semana Mayor, Murcia perdería su alma y la huerta su color. Por tanto, al toque y ‘pa’lante’, que cruja tu corazón, que es corazón de velero, velero de la Pasión.

Posts Relacionados

Dejar un comentario

error: Content is protected !!