19th Ave New York, NY 95822, USA

El maestro cornudo y la misteriosa silla de la Catedral

[caption id="attachment_1634" align="alignright" width="210"]www.antoniobotias.com www.antoniobotias.com[/caption] No serían de madera de nogal, como las espléndidas sillas que tallaron sus manos, pero muchos daban por cierto que al buen maestro Rafael le habían puesto los cuernos. La sillería de la Catedral de Murcia fue, durante un par de siglos, el orgullo de un monasterio madrileño. Cuenta la leyenda, referida por Pedro Díaz Cassou, que el autor, de nombre Rafael de León, tenía más tino para arrancar formas a la madera que para elegir esposa. Y ya entrado en años fue a casarse con una joven apasionada, aunque más ocupada en el dinero y los amoríos ajenos que en complacer al maestro. El maestro toledano tenía a su cargo a un discípulo italiano, cuyo donaire comenzó a encandilar a la mujer, quien terminó metiéndolo en su cama. Cierto día, el maestro regresó a su casa en busca de unas herramientas y descubrió que su discípulo tenía tanto arte para aprender el oficio como para complacer a la señora maestra. Y tan grande fue el disgusto que abandonó Toledo y se trasladó al monasterio de San Martín de Valdeiglesias. La Historia solo recuerda que Rafael de León llegó a Madrid tras sufrir «cierto disgusto que le obligó a dejar aquella residencia». Así lo explica el historiador Ceán Bermúdez (1749-1829). Como también se hizo eco el doctor José Sánchez Moreno en su obra ‘Miscelánea sobre Escultura en Murcia’ (1952). Cierto disgusto que bien podría ser la infidelidad de su esposa. Asuntos personales El maestro, moribundo por los años y la pena, fue acogido en el monasterio benedictino. Un tiempo después, propuso a la comunidad devolverle el favor de haberlo recibido, tallando la más hermosa sillería que se hubiera imaginado. Y retomó el trabajo durante meses hasta que un día pidió al abad ausentarse del monasterio por asuntos personales que lo reclamaban en Toledo. Regresó enseguida, aunque cada mes abandonaba el convento sin dar explicaciones y sin que nadie se las pidiera. El abad le propuso tallar primero su silla, aunque el maestro le advirtió que prefería componer el resto hasta que las musas le regalaran una idea para realizar un magistral asiento prioral. Poco a poco, entre 1567 y 1571, fue creando los 34 asientos del coro bajo, mientras mantenía la costumbre de viajar a Toledo cada mes. Cuando regresaba, siempre parecía más triste y desesperado. De igual forma, entre ausencia y ausencia, el maestro talló otras 44 sillas. Unas y otras lucían repletas de espléndidos relieves de la vida y pasión de Cristo, escenas bíblicas y retratos de santos y monjes. La fama de la obra maestra que atesoraba la cartuja se extendió por todo el país. Fue entonces cuando el maestro se dispuso a crear la silla más importante. Aunque antes anunció a su abad y viejo amigo que debía regresar a Toledo. El buen abad, quien ya conocía el secreto de los viajes del maestro, intentó persuadirlo de que aguardara un tiempo. «Sepa usted que en Toledo está la peste», le suplicó. Sin embargo, todas las advertencias fueron en vano. Como en otras ocasiones, el maestro pidió unas monedas y se marchó. Nunca regresaría. La noticia de la muerte de Rafael de León sumió a la cartuja en un gran pesar. Y también causó mucha sorpresa. Porque se había encontrado al maestro muerto junto a una «mujer de mala vida». El abad, reunido junto al resto de la comunidad en capítulo, explicó que aquella mujer era la esposa infiel de Rafael de León, que había sido abandonada por su amante cuando contrajo la peste y que, desde hacía muchos meses, había sido mantenida por su legítimo esposo. El maestro la cuidó hasta contagiarse y morir junto a ella. La versión oficial La muerte de Rafael de León privó al monasterio de su silla prioral. Y habrían de pasar algunos años antes de que otro tallista la compusiera. Pero eso ya se decidió en Murcia. De regreso a la Historia, existen documentos que prueban que Rafael de León no murió por la peste en la ciudad imperial. En 1582, la Cofradía de la Concepción de la iglesia de San Nicolás pagó al maestro un retablo. Y en 1586 fue elegido para tasar los capiteles de la Puerta del Perdón, también en Toledo. La sillería primitiva de la Catedral de Murcia fue devorada por un incendio en 1854. El Obispo Barrio solicitó a la reina Isabel II que remediara tan grande pérdida. La Universidad de Madrid atesoraba una sillería completa, procedente del desamortizado convento de San Martín, que fue trasladada a Murcia para su instalación en el primer templo de la Diócesis. Según consta en los archivos, carecía de silla presidencial. La silla fue encargada por el Cabildo de la Catedral al maestro José Díaz Benito, quien cobró por su trabajo diez mil reales. Como el resto del conjunto es de nogal. Recuerda Antonio de los Reyes, en su artículo ‘La Catedral de Murcia. Incendio y restauración’, en la revista Murgetania, que la sillería no tenía silla episcopal porque había sido tallada para un convento. Cierto es. Pero no lo es menos que existen en España decenas de sillas priorales talladas para posaderas de otros tantos priores. Existe constancia documental de que la obra de Rafael de León costó a la comunidad 27.663 reales, lo que indica que fue terminada y pagada con o sin silla principal. Otra cosa es la leyenda, siempre más sabrosa que la realidad.
]]>

Posts Relacionados

Dejar un comentario

error: Content is protected !!