Hubo un tiempo en que los concejales murcianos sudaban la gota gorda. Unos cuantos, mientras dedicaban sus desvelos a servir al pueblo. Otros, más preocupados en mantener su sillón. Y todos, sin excepción, por el capricho de convocar los plenos municipales a las mismísimas cinco de la tarde. Como si de una corrida se tratara. Pero, aunque a menudo se dieran más cornadas que en la plaza, cuando llegaba la calorina estival aquello, como sus interminables discusiones, ya no se podía aguantar. Así que se inventaron el llamado Salón de Verano.
Las primeras referencias a este espacio se remontan al siglo XIX. Era una sala interior, al fresco, que formaba parte del antiguo edificio fechado entre 1848 y 1850 y obra del arquitecto J. J. Belmonte. En mayo de 1897, el Pleno acordó que se instalara la luz eléctrica en el salón, “donde se celebran ya las sesiones”.
El periodista José Martínez Tornel, en un artículo publicado en el diario ‘El Liberal’, señalará la Casa Consistorial como uno de los lugares donde más calor hacía en Murcia cuando llegaba el verano. “Hasta los que van a tomar dinero a la Depositaría –denunciaba Tornel- sudan la gota gorda y están deseando marcharse”.
Es un horno
En el mismo artículo, el que fuera director del ‘Diario de Murcia’, aclaraba que el salón principal o de sesiones era “un horno”. Así que el alcalde tendría que refugiarse en el salón de sesiones llamado de verano, si es que se lo permitían los huertanos que, por aquella época, celebraban sus “juicios del agua”.
El salón estival estaba presidido, precisamente, por el grandioso cuadro que pintó Gil Montijano sobre la riada de Santa Teresa. La obra representaba algunas escenas del convento de la Trinidad, cuando en el edificio se cobijaron los huertanos que había perdido sus hogares en la avenida. Junto a esta pieza se exhibía una colección de fotrografías, obra de Enrique Villar, de los alcaldes murcianos. “Bajando las persianas –concluía Tornel- hay allí una apacibilidad agradable”.
En 1912 se acometió la restauración del espacio. Los cuadros de los alcaldes “se han aseado perfectamente”, como anunciaba ‘El Liberal’, y el cuadro de Gil Montijano “también ha llevado su pasada de limpieza”. Junto a estas piezas se rehabilitaron los escaños –que también los tuvo-, la mesa presidencial y “los escritorios para los periodistas”.
Al hilo de aquella restauración, Martínez Tornel recordaría las diferencias en el uso de este lugar y el llamado “salón de invierno”. Este era usado para las actas electorales, las “sesiones apasionadas”, los votos de censura, las subastas y “las despedidas tristes”. El de verano, en cambio, para “las sesiones plácidas”, las tomas de posesión de los nuevos alcaldes y de los tenientes de alcalde, los repartos de premios y los votos de confianza. Y concluía el articulista: “El de invierno, para las injusticias; este de verano, para las gracias”.
Si el salón principal atesoraba más historia, antigüedad y tradición, el salón de verano rezumaba más presente, más actualidad”. Solo los retratos de los alcaldes daban al espacio cierto ambiente de nostalgia, pues por aquellos años ya habían fallecido casi todos. “Pero como están hablando, según se dice de los buenos retratos –concluía Martínez Tornel- las palabras que de ellos puedan escuchar los concejales no serán más que estas: ‘Sed buenos murcianos’”.
Un anuncio oficial de la Alcaldía arroja más luz sobre las antiguas dependencias de la Casa Consistorial y la existencia del salón de verano. El 18 de febrero de 1913, el diario ‘El Tiempo’, en su edición vespertina, publicó que el sorteo de los mozos para el reemplazo de aquel año se celebraría en diversos locales. El primero de ellos era el “salón principal” del ayuntamiento; el segundo, en el salón de Alcaldía; y el séptimo, en el “salón de verano” del mismo edificio.
La Prensa protesta
La sala también acogería en 1914 la primera reunión de autoridades e intelectuales para solicitar la creación de la Universidad de Murcia. Aquel mismo día se reunieron en la plaza de toros “una inmensa muchedumbre de huertanos” para exigir la rebaja en las tarifas de los ferrocarriles que transportaban frutas y hortalizas.
Ya entrado el siglo XX, la prensa criticará las “pésimas condiciones acústicas” del salón, que dificultaban a los cronistas escuchar “la lectura de dictámenes, solicitudes y demás documentos a cargo del secretario de la corporación”. El diario ‘El Liberal’ denunció este extremo en sus páginas y advirtió de que algunos ediles “parece que hablan para que solo se entere el cuello de su camisa”.
El alcalde se comprometió a reubicar las tribunas destinadas a “los chicos y grandes de la Prensa” en un lugar “más a propósito del salón”.
Las obras para la construcción del nuevo Salón de Plenos, que fue abierto en diciembre de 1927 con la sesión inaugural de la Confederación Hidrográfica del Segura, debieron respetar algunas dependencias anteriores. El rotativo ‘Levante Agrario’ denunciaría en 1935 la desaparición de los retratos que adornaban el Salón de Verano y exigían al primer edil que, de inmediato, restituyera las fotografías “tan ignominiosamente” trasladadas “a los sótanos”. De aquellas instantáneas, como de la memoria de quienes las protagonizaban, apenas queda nada en el Consistorio ni en la ciudad.