Pocas tabernas en Murcia, es posible que ninguna, pueden presumir de carecer de un cartel con su nombre en la fachada. Ni falta que le hace. Basta decir ‘La Viuda’ para que cualquier murciano, hasta el más torpe, sepa que tan histórico bar está en la calle ubicada frente a la plaza de San Agustín, en dirección a Sagasta, según se sale todo recto de ese joyero que atesora los pasos de Salzillo y que cada Viernes Santo, en cuanto el primer rayo de sol acaricia la cara de la hermosa Dolorosa, compone la mañana ‘morá’ más bella del mundo.
La historia de la taberna es casi inabarcable. Como los chatos que han salido de sus barriles. Porque desde hace casi un siglo, cuando comenzó como un humilde despacho de vinos, viene atrayendo el interés de generaciones de parroquianos. Gente principal, como entonces se decía, pero también obreros, artistas y literatos, que viene a ser lo mismo, y más de un famoso de los de verdad, como Paco Rabal.
Toda la culpa de seguir manteniendo la fama popular la tiene su dueño, Ángel. Angelín para los amigos y sus compañeros de los Cabezudos del Entierro, ya de los pocos taberneros a quienes no es necesario, pongo por caso, pedirles lo evidente: la caña de cerveza está vacía y urge rellenarla. Ya se encarga él.
Lo mismo sucede en el restaurante de Antonio Murcia, ‘El Alias’, otro santuario de nuestra auténtica gastronomía y, por tanto, tan sabrosa como la conversación que dispensa a la clientela. Prueba de ello son sus ‘rechigüelas’, que ya les explicaré, para el que no lo sepa, qué son.
‘La Viuda’ compone un triángulo invisible entre los barrios de San Andrés y San Antolín, enfrente de la parroquia donde reside el Señor, que no hace falta decir quién es. Los otros extremos son ‘Luis de la Rosario’, con su vermú de sifón y sus cebollicas dulces con anchoa, que ese es otro secreto por desvelar. Y el bar ‘Guinea’, que hace tantos años me descubrió Joaquín García Cruz, mi querido maestro Chimo, alma inquebrantable de LAVERDAD y que me enseñó durante años, con no pocas reprimendas cuando corregía mis crónicas, cómo debe escribir un periodista que se precie de serlo. ¡Cuánto te echo de menos!
Cuento estas cosas por anunciar que en ‘La Viuda’, aparte del marisco fresco y quizá una de las mejores ensaladas murcianas de la ciudad, que su dueña prepara, se ofrece una bebida tan curiosa como desconocida. La llaman ‘trifásico’ o ‘tres pisos’. Es un café compuesto por coñac, leche condensada, unos granos de café y una corteza de limón, más la azúcar necesaria y algún ingrediente secreto que, como en la preparación de los buenos pasteles de carne, jamás nadie conocerá.
Sencilla receta aunque Antonio, el más veterano camarero de la taberna, podría preparar incluso con los ojos cerrados. Sin embargo, acaso lo más interesante del caso sea que, mientras uno disfruta de ese café, si abre su oído y su alma a cuantos comparten la barra, podrá sentir aún palpitar aquella Murcia que perdimos hace ya algunos años en favor de las insulsas franquicias que nos asedian.