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Una romería de 700 kilómetros

Fuensanta Setecientos kilómetros de romería. Esta es la distancia más larga que ha recorrido en peregrinación la Patrona de Murcia. Y unos setecientos fieles la acompañaron. Pero no los superaron a pie ni la imagen fue portada, aunque arrestos no les faltaran, sobre los hombros de sus caballeros. La Morenica viajó en septiembre de 1940 y en tren hasta Zaragoza, en primera clase-capilla. El motivo de la peregrinación fue conmemorar junto a la Pilarica, como adelantó el diario ‘Línea’, el “glorioso centenario [la virgen, cuentan, se apareció en el año 40 a Santiago el Mayor] de su Venida en Carne Mortal a Zaragoza”. La Patrona tuvo aquella semana una agenda atareada. Primero, según la ancestral tradición, fue trasladada a su santuario en romería el 17 de septiembre. Pero al día siguiente retornó a Murcia para iniciar su viaje desde El Carmen. El tren arrancó a las ocho de la tarde y estaba prevista la llegada a Madrid a las seis de la mañana, donde se detendría una hora para el desayuno. La Diócesis organizó un viaje de “cinco días completos de estancia y hospedaje”, incluidas las comidas en ruta y los ferrocarriles, cuyo precio oscilaba entre las 313 pesetas en primera clase y las 198 en segunda. Además, se podía renunciar al hospedaje, lo que reducía el coste a 240 y 120 pesetas respectivamente. Miles de murcianos volvieron a tomar las inmediaciones de la Catedral para despedir a su virgen, que fue ataviada con el festivo manto verde. A su paso por el edificio del Consistorio le colocaron un gran ramo de flores a sus pies. Un vagón capilla La sagrada imagen fue colocada en el primer vagón del tren, que fue convertido en “una primorosa capilla”. Magníficos tapices y damascos adornaban sus paredes, tapizadas con flores y guirnaldas. En el segundo coche se guardaron las decenas de canastillas y ramos que serían ofrendados a la Pilarica. Como guardia de honor se eligió a Fernando Hernández Huerta, uno de los dos guardias civiles que custodiaron la imagen en el monte tras el estallido de la Guerra Civil y antes de ser trasladada a la casa de Fernando Monerri, quien también se sumó a la expedición. El revuelo en El Carmen se repitió en las estaciones de Alcantarilla, Cieza o Hellín, donde miles de devotos la aclamaron durante su viaje hasta la estación madrileña de Atocha. Allí se incorporó el alcalde, Agustín Virgili, y la talla fue recibida por el ministro de Educación. A la Fuensanta la acompañó una comisión de concejales. Junto a ellos se desplazaron los maceros, quienes custodiaron el Pendón Real, regalo de Alfonso X, y el Pendón de la Ciudad. A la comitiva se sumaron el obispo de Cartagena, Miguel de los Santos Díaz Gomara, maño e impulsor de la peregrinación, y el gobernador civil, el segoviano Vicente Sergio Orbaneja. Llegada la expedición a la entonces llamada “Capital de la Raza”, la Fuensanta recorrió sus amplias avenidas en dirección a la basílica. Frente a la Facultad de Medicina, sede improvisada de la procesión, le rindió honores una compañía de Infantería. Lucía la imagen la célebre corona de piedras preciosas, que más tarde le robarían en la Catedral, un manto bordado en oro, y el antiguo trono de plata que le regalaran los marqueses de Aledo. Encabezaban el desfile 400 niños de un hospicio de Bilbao, también de peregrinación en la ciudad. El acto de presentación corrió a cargo del padre jesuita Eduardo Rodríguez, de la iglesia murciana de Santo Domingo, y del obispo de Cartagena. La Fuensanta fue ubicada a la derecha de la capilla mayor y el Pendón Real se colocó a los pies de la Pilarica. Hasta altas horas de la noche desfilaron los fieles por el templo. “Su entrada a la ciudad –publicó al día siguiente ‘La Verdad’- fue uno de los actos de mayor esplendor que se han registrado en las peregrinaciones a Zaragoza, sobre todo por la impresión que causó la Virgen de la Fuensanta”. Retorno a Murcia El 24 de septiembre, a las cinco y media de la tarde, la Patrona abandonó entre vítores la basílica. De nuevo se elevaron por las calles “aplausos ensordecedores, vivas a la Pilarica, a la Fuensanta, al Caudillo, a España y a Zaragoza”, según ‘Línea’. Entretanto, el Gobierno Civil de Murcia convocaba a los vecinos a recibir a su patrona. El alcalde accidental, José Aznar, emitió otro comunicado similar animando al pueblo a que la llegada “no desmerezca de la tributada por la noble de Aragón, y de la que todos hemos recibido noticias con lágrimas de emoción”. Y Murcia respondió. Desde la estación hasta la plaza de Belluga se instalaron 34 arcos de guirnaldas y de flores, más otro monumental sobre el Puente Viejo, tapizado de pétalos de rosa y coronado por el escudo de la ciudad y las siguientes inscripciones: “Murcia a su Patrona” y “¡Viva la Virgen de la Fuensanta!”. Cuando el trono alcanzó ese lugar fueron liberadas decenas de palomas mientras se celebraba el tradicional saludo a la Virgen de los Peligros. Aunque la Morenica llegó a las nueve de la mañana, desde unas horas antes varias bandas de música recorrieron las calles de la ciudad, animadas también por el disparo de cientos de cohetes. Las autoridades cifraron la asistencia de fieles al recibimiento en unas 70.000 personas. En solemne procesión fue trasladada la Fuensanta a la Catedral, ante cuya portada una sección de Infantería volvió a rendirle honores. Pero antes, aún en la estación, haría lo mismo durante el descenso del Pendón Real, que encabezó luego la comitiva a manos de un concejal. Varias carretas enjaezadas con jóvenes ataviadas de huertanas abrieron el cortejo lanzando en todo el recorrido pétalos de flores.

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