19th Ave New York, NY 95822, USA

La Murcia que arrasó la piqueta

images

Como si de un improvisado pincel se tratara, la piqueta fue borrando del plano de la ciudad, durante un siglo largo, gran parte de su patrimonio histórico. Y lo hizo para deleite de constructores y escándalo de aquellos murcianos amantes del arte, a quienes consideraron entonces enemigos del progreso.

Siempre se invoca la destrucción de los baños árabes de la calle Madre de Dios, en 1953 y declarados monumento nacional, como el paradigma de la sinrazón urbanística. Pero quizá se olvida la otra veintena de edificios históricos que también se convirtieron en solares ante la pasividad municipal y los intereses económicos de sus propietarios.

Uno de los primeros inmuebles derruidos componía la célebre Casa de los Descabezados, ubicada en la calle Siervas de Jesús, a la que entonces daba nombre. Datada en el siglo XVI, los dos salvajes de su portada fueron descabezados, según la leyenda, para vengar en ellos un crimen cometido por su propietario. Se convirtió en escombros en 1832.

A la historia de la desvergüenza pasó también la Casa Celdrán, levantada en la calle Trapería en el siglo XVI y que presentaba una espléndida portada plateresca, con otros dos salvajes desnudos, jarrones y diversos relieves. El Ayuntamiento solicitó al marqués de Rozalejo que conservara, cuando menos, el histórico balcón. Y el marqués hizo oídos sordos hasta que, en 1933, fue derribado el edificio que había ocupado el Círculo de Bellas Artes.

Otro de los monumentos protegidos fue el magnífico Contraste de la Seda, en la plaza de Santa Catalina, una obra concluida en la primera década del siglo XVII y cuya eliminación fue más polémica. Incluso se recomendó sin éxito su desmontaje. Como el que oye llover. En la década de los años 30 ya era un montón de cascotes. Casi pared con pared estaba la antigua Carnicería, con su patio para los puestos, sus arcadas y diversos escudos. Se levantaba sobre la moderna plaza de Las Flores, abierta en el solar resultante en 1893.

Al mismo tiempo que Murcia estrenaba este mercado de la carne se inauguraba el antiguo Teatro del Toro. Esta casa de comedias, afamada en sus días como una de las más bellas del país, no aguantó ni dos siglos sobre sus cimientos. En 1816 se declaró su ruina. El teatro, exponente entre los suyos, ocupaba la manzana que existe entre la calle de los Apóstoles y la calle Correos, enfrente del hotel Rincón de Pepe, como ha apuntado el investigador Antonio Martínez-Mena.

La Casona Villacis

Muy cerca de allí, en la plaza Ceballos, existió la casona Villacis, otro ejemplo del barroco murciano. Este edificio, hogar del célebre pintor, desapareció en 1930. En su emplazamiento se encuentra hoy el antiguo edificio de Correos, también abandonado.

Mayor suerte tuvo la fachada del Palacio de los Riquelme, antes situada en la calle Jabonerías y después utilizada como portada del Museo Salzillo. El resto del edificio, que fuera hogar de los marqueses de Pinares, fue derribado en 1967. A unos cuantos metros del Salzillo, el Museo de la Ciudad ocupa lo que fue la remota Torre de Junterón, que aguantó en pie desde el siglo XVI hasta poco antes de la mitad del siglo XX. De ella solo queda un conocido grabado. Y el jardín mozárabe que hay a sus espaldas se salvó de milagro.

Los baños árabes estorbaban tanto para abrir la Gran Vía como otros edificios de acreditada historia. Entre ellos, la Casa de la Cruz, así conocida por mostrar ese símbolo en su fachada. Ocupaba la actual plaza Martínez Tornel. Edificada en torno a 1570, fue derribada en 1936, previa orden municipal y solo se conservaron 3 escudos, hoy atesorados en el Museo Arqueológico.

La Gran Vía arrasa

El socorrido argumento de la supuesta ruina, que tanto se empleó para argumentar los derribos, no parecía afectar al Palacio de Riquelme, propiedad del marqués de las Almelas, en la plaza de San Nicolás, puesto que había sido restaurado a principios del siglo XX. Con un espléndido patio renacentista, el inmueble fue sede del Gobierno Civil y de la Diputación, aunque la historia lo recuerda como el lugar donde, cada Navidad, se exponía para deleite de unos pocos el Belén de Salzillo, que la familia del marqués encargara al escultor.

Otro recordado palacio, víctima de la picota en los años 70, fue el hogar del Conde de Roche y estaba situado en la calle del mismo nombre. Esta gran construcción contaba con todos los elementos clásicos de los palacetes nobles, con dos patios, una escalera monumental, oratorio y una galería de madera. De aquello nada queda, salvo unas fotografías. Y lo mismo sucedió con el Huerto de las Bombas, del siglo XVII, propiedad del marqués de Torre Pacheco y cuya monumental portada adorna estos días el jardín del Malecón.

La lista parece interminable. El Matadero Viejo (1742), cerca de la plaza de Camachos, obra de Jaime Bort, el artífice de la portada de la Catedral; el Palacio de los Vélez, entre el convento de las Claras y el de Las Anas, en Alfonso X, derribado en 1937 y cuyas columnas adornan el altar de San Antolín; el Palacio Ordoño, de finales del siglo XVIII y desaparecido en 1976, con sus frescos de Sistori, en la calle de las Capuchinas; el palacio rococó del marqués de Beniel, en Trapería, después hotel Patrón; el colegio de la Anunciata (1599), luego Real Fábrica de la Seda y ahora edificio de los Nueve Pisos, que conserva una parte de la antigua fachada; o el palacio del vizconde de las Huertas, en la actual plaza de Santa Isabel, que también arrasó la Gran Vía. A todos barrió la piqueta en aras de una supuesta modernidad que hoy queda inmortalizada en horrendos bloques de hormigón.

Posts Relacionados

Dejar un comentario

error: Content is protected !!