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¿Cuándo se iba a reconstruir el Contraste?

La primera, como reza el dicho popular, en la frente. Y lo fue en forma de tan pomposo como hueco titular: “La reconstrucción del Contraste puede considerarse ya una realidad”. Esta afirmación fue publicada en su portada por el diario La Verdad el 30 de septiembre de 1954, después de que los directivos de la Cámara de Comercio murciana propusieran al Ministerio de Comercio la construcción de una nueva sede, “un local decoroso y suficientemente amplio”.

La Cámara, que se definía como “legítima heredera de los antiguos gremios murcianos”, propuso al Ayuntamiento de Murcia que cediera un solar “en el primer trozo de la Avenida de José Antonio, así como las piedras numeradas que tiene en depósito la Junta Provincial de Monumentos”. ¿Qué piedras eran esas? Retrocedamos algunos siglos.

El Contraste de la Seda y Sala de Armas de la Ciudad de Murcia se edificó en la plaza de Santa Catalina, justo donde hoy se alza el edificio de La Unión y el Fénix, entre los años 1601 y 1608. Su función era regular el trascendental negocio sedero y atesorar armas para la defensa. El nombre Contraste deriva, según el catedrático Cristóbal Belda, de la inspección del cambio de monedas de oro y plata que se realizaba en la planta baja de las tres que componían el inmueble.

Monumento nacional
La planta tercera estaba compuesta por una galería de arcos que se derrumbó durante un  terremoto en el año 1827. El edificio se declaró Monumento Nacional en 1923, aunque la protección apenas alcanzó una década, pues fue derribado por el Ayuntamiento apenas 9 años más tarde, en 1933 (un año después –ya verán- de lo comúnmente admitido).

Con el Contraste no sucedió lo mismo que más tarde pasaría con los baños árabes, derribados con nocturnidad, alevosía y poca vergüenza. La demolición del Contraste acaparó columnas y columnas en la prensa de la época que hoy nos permiten reconstruir tan apasionante como desgraciada historia. Y es que el edificio estuvo a punto de salvarse.

El diario El Liberal publicó el 30 de enero de 1932 que el Contraste “amenaza ruina inminente”, según mantenía el “ilustre arquitecto” Luis Vegas, catedrático de Resistencia de Materiales de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. En su opinión, el edificio, aunque “digno de ser monumento nacional”, no podía constituir “una amenaza para los transeúntes y vecinos”.

En el pleno del día 27 de febrero, el concejal Ayala solicitó el derribo para evitar una catástrofe. El alcalde radicalsocialista de Murcia, Moreno Galvache, replicó con tino que un especialista estudiaría la estructura antes de adoptarse alguna decisión.

La inspección se realizó el 28 de febrero y estuvo a cargo del arquitecto y arqueólogo Leopoldo Torres Balbás, artífice del aspecto actual que presenta la Alhambra, quien advirtió de que la restauración precisaba “una cantidad muy superior a la consignada”. Torres Balbás, en una entrevista posterior, aclaró que solo se habían destinado unas 5.000 pesetas. Ese dinero, según el experto, apenas retrasaría un tiempo el desplome. “Lo mejor sería llegar a un acuerdo definitivo. O se arregla o se tira”, concluyó.

Aún así, Moreno Galvache declaró a la prensa que, si se lograba reunir el dinero necesario, sería restaurado. Incluso apuntó el futuro uso del inmueble: “Archivo y biblioteca municipal”. Por si acaso, el alcalde tampoco descartaba la demolición.

La sentencia de Bellas Artes
El 25 de marzo de 1932, el Primer Edil anunciaba que la Dirección General de Bellas Artes había autorizado el derribo, “conservándose las piedras de valor artístico” que determinara “el señor Andrés Sobejano”. Las obras que se estaban realizando en su interior se detuvieron y el derribo se fijó para después de las fiestas de primavera.

En mayo aún no se había acometido la demolición. El Consistorio esperaba que Torres Balbás dirigiera las obras; pero el ingeniero daba largas. Así que decidieron sacar a subasta los trabajos.

“De la época remota de tu fundación van a quedar el Almudí y el viejo Matadero”, escribirá Alberto Sevilla, a modo de despedida, en El Liberal un 15 de mayo de 1932. El viejo Matadero pasaría a mejor vida, aunque esa es otra historia. Dos meses más tarde, la Diputación Provincial proponía la cesión del edificio por parte del Ayuntamiento para instalar allí su sede. De esta forma se anularía cierta deuda que mantenía el consistorio. No fue aceptada la propuesta. Y entonces sucedió otra cosa curiosa.

La Junta del patronato del Tesoro Artístico Nacional remitió una felicitación a la diputación “por las gestiones que viene realizando para la adquisición y conservación del antiguo edificio del Contraste, evitando su demolición”. Así lo publicó La Verdad el 10 de agosto. Entretanto, los funcionarios municipales, a través de la Comisión de Propios, informaban favorablemente a la cesión.

Para el 28 de diciembre de aquel año aún estaba el edificio en pie, aunque La Verdad publicara el día de los Inocentes, foto falsa incluida, que se acababa de desplomar. Al concurso para su demolición no se presentó empresa alguna. Al final, se adjudicó en un llamado “concursillo” con tres empresas invitadas. Las obras comenzaron el 24 de febrero de 1933. Para entonces, Torres Balbás ya había levantado planos para la reconstrucción. Sus anotaciones se conservan en el Archivo del Patronato de la Alhambra y Generalife, en Granada.

Tras desmontar las fachadas –que hoy pueden admirarse en el Mubam-, se demolió el resto, tarea que se demoró algún tiempo por el celo que Sobejano puso en escudriñar cualquier vestigio histórico. Y tal fue su dedicación que hasta algún medio satírico se burló del erudito. Pero, contemplado el proceso desde la atalaya del siglo XXI, la verdad es que no tenía gracia alguna.

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