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El curioso ‘Asilo de los Golfos’

La llamaban Casa o Asilo de los Golfos y, aunque algo de aquello tuvieran sus moradores, era un término que encerraba más cariño que la acepción actual de la palabra. Se refería a los pobres huérfanos que deambulaban por las calles de Murcia sin oficio, porque tampoco podían tenerlo, a comienzos del siglo XX.

Una de las primeras referencias a «una casa de golfos» se encuentra en el diario Las Provincias de Levante, en 1895. En aquella ocasión, el redactor arremetía contra la mendicidad en Murcia, advirtiendo de que en la calle Garay existía una «casa de dormir, donde acuden los golfos». En este lugar, según el redactor y por 5 céntimos, «duermen todos revueltos y acumulados, promoviéndose diariamente las escenas más inmorales y repugnantes».

¿Mercado o asilo?

Llegado el año 1914 se discute en el Consistorio la necesidad de construir un nuevo mercado, aunque desde el diario El Tiempo se advierte de que resultaría más ventajoso para la sociedad «la apertura de un asilo de golfos». La discusión, incluso, fue elevada a un pleno de la Corporación murciana. El rotativo apoyaba sus argumentos recordando la figura del Cardenal Belluga y su feliz iniciativa de Casa de las Arrepentidas.

La idea de atender a «los golfos murcianos» partió del periodista Ramiro Pinazo, de El Liberal, que propuso que los pequeños fueran atendidos en el Asilo de Pobres Huérfanos de Nuestra Señora de Lourdes, cuyo director aceptó la idea de acoger «a todos los niños que las autoridades les enviaran». Este asilo fue fundado por el padre Antonio de la Concepción en el barrio de San Juan, junto al puente Nuevo.

No habían pasado ni 24 horas cuando una comisión de «distinguidas señoras» comunicó al alcalde que pensaban abrir un asilo semejante en la calle Victorio. El alcalde, con astucia, les propuso que también atendieran a «las niñas del arroyo» para que la atención fuera completa. Haría fortuna esta institución si tenemos en cuenta que, a las pocas semanas, El Tiempo publicó la nota de una donación particular a aquella casa.

El obispo interviene

Ese mismo año se produjo un enfrentamiento entre el Obispo de Cartagena y el padre Antonio, hasta el extremo de que la polémica fue noticia nacional. Al parecer, tras diversas disputas, el prelado ordenó al sacerdote que sometiera la gestión del asilo a la Diócesis, encontrando por toda respuesta el silencio. El Liberal llegaría a afirmar que el obispo «quiso apoderarse de la casa porque, como es sabido [&hellip] procura por todos los medios que estén a su alcance que los clérigos de su Diócesis, a imitación del Divino Maestro, no tengan donde reclinar la cabeza. En cuanto a él, ya es otra cosa».

Este enfrentamiento se alargaría hasta el año 1920, cuando la mismísima Nunciatura del Papa en España emitió una nota informativa para advertir de que el padre Antonio, «como él se hace llamar, no pertenece a ningún instituto religioso ni orden religiosa alguna», decretando en cambio que «este sacerdote rebelde ni aún puede celebrar el santo sacrificio de la misa».

Fuera como fuere, el clérigo gozaba de gran reputación en la ciudad, evidenciada por el continuo apoyo de una parte de la sociedad murciana a sus labores de ayuda a los más pobres. El Liberal ya lo hacía constar una década antes, al publicar que los católicos «redoblaron sus limosnas» hasta que la vieja casa de San Juan pudo ser transformada en un gran edificio donde, «además del Asilo de Golfos, funciona con aplauso de toda persona culta un Seminario de maestros católicos».

Un santo rehabilitado

En nada habría de quedar aquella disputa si tenemos en cuenta que, ya en 1932, el padre Antonio publicó una carta en la prensa donde se retractaba de cualesquiera errores cometidos y manifestaba su comunión con la Santa Sede y, sobre todo, con el obispo de Cartagena. Y Roma lo rehabilitó. Quizá una mera formalidad habida cuenta de las miles de adhesiones que, ya dos años antes, exigían al ministro la concesión de la Medalla del Trabajo para el presbítero.

A falta de una investigación más exhaustiva, es muy probable que funcionaran en la ciudad dos instituciones -aparte de la Casa de Misericordia- que atendieran a los niños huérfanos y pobres. Una, auspiciada por las autoridades civiles y eclesiásticas en la calle Victorio. Y la otra, la del polémico padre Antonio.

No era en aquella época una cuestión baladí la llamada «recogida de golfos». Durante solo un día, el 24 de febrero de 1916, la policía municipal detuvo a una treintena de murcianos en las calles de la ciudad. Sus edades no solo se limitaban a los 8 años del niño más pequeño que fue encontrado vagabundeando. También merecían la consideración de golfos otros mendigos de hasta 80 años de edad. Lo sorprendente es que muchos de ellos apenas tenían 12 años y provenían de lugares tan distantes como Cartagena, Lorca o La Unión. Eran las fiestas, sobre todo la Feria, momentos propicios para batidas policiales.

La llegada a la alcaldía de Murcia del Marqués de Ordoño, en 1926, aportó una nueva prueba de la ubicación del Asilo de Golfos, entonces llamado de San Francisco de Sales. Esta ubicación, apartada del emplazamiento donde el padre Antonio levantara su centro, indica que debió tratarse del antiguo asilo de la calle Victorio. Además, la organización del presbítero sería conocida, a secas, como Asilo de Lourdes.

El nuevo regidor anunció que derribaría una parte de la construcción, que estaba ubicada en la calle de la Rambla, para dar paso a los carruajes hacia Cánovas del Castillo. El derribo del edificio también sería una prioridad para el alcalde Piñuela, en 1936. El asilo era entonces propiedad de la llamada Junta de Incautaciones. Y ahí se perdió su pista. De momento.

 

Comentarios (1)

Muy buen artículo! De dónde saca usted estos datos? Felicidades!

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