(Publicado en REVISTA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS Nº41, Universidad de Murcia, Julio 2021)
Antonio Botías Saus (Sangonera, Murcia, 1975), Licenciado en Ciencias de la Comunicación, periodista del diario La Verdad, en el que mantiene la sección dominical Murcia que no vemos, Cronista Oficial de la Ciudad de Murcia, especializado en patrimonio e historia, cuenta con una nutrida bibliografía de carácter histórico y documental. Entre sus ensayos destacan Murcia, secretos y leyendas, Murcia, pasión en Semana Santa, Murcianas de dinamita y Los misterios de Salzillo. Ahora ha dado a conocer una novela singular, que ha titulado Cuando vengan a por ti, editada por MurciaLibro en 2021. Para la construcción de la novela ha creado un ambiente y unos personajes, todos tan singulares, que hacen a la narración particularmente singular.
Un ambiente tradicional, vinculado a las viejas creencias de la vida tradicional forja las reacciones de unos personajes primarios que describe en sus acciones con evidente expresionismo. Superando la realidad consciente, Antonio Botías penetra en el alma de sus personajes a través de las reacciones del inconsciente, de la costumbre y de la reacción atávica ante la vida y ante la muerte. Sin duda, los elementos envolventes de la vida tradicional acentúan el expresionismo de las reacciones de los personajes y conforman un ambiente argumental particularmente expresivo y desde luego asombroso y sobrecogedor en algunos casos.
Interesa reflexionar sobre las formas y los procedimientos del manejo de los materiales narrativos en esta novela de Antonio Botías. Se suceden los hechos argumentales en continuadas estampas impresionistas que van revelando hechos, sucesos y realidades. Y, al mismo tiempo, acentúan aquellos extremos que hace de las criaturas de la novela, de sus convivencias y del argumento todo, un mosaico de estampas sucesivas de carácter emocional para revelar un mundo de una intensidad dramática considerable.
Sorprende desde luego que la presencia de la vida tradicional sea entrevista desde el presente con el consiguiente contraste entre los arcaico y lo moderno, en choque de consecuencias especialmente dramáticas. Sin duda alguna, la fuerza del devenir argumental de esta novela está en la originalidad de las criaturas creadas, en los personajes, pero sobre todo en su capacidad de representar un mundo poseído y condicionado por las creencias, por la superstición, por la tradición, que contagia la convivencia y la revuelve en el ámbito de un ambiente cerrado y desde luego tóxico. Son las estrategias narrativas las que enlazan la sucesión de las estampas que van conformando la novela como fogonazos que se van añadiendo fuego a la pira argumental de todo el relato en su conjunto.
Relaciona el periodista Juan Ramón Lucas, en sus palabras preliminares escritas para el iniciar el libro, esta novela y el novelar de Antonio Botías, con el célebre y tan nutrido realismo mágico, y es muy cierto que la imaginación enriquece el mundo creado por nuestro novelista hasta superar los límites de lo racional e integrarse en la maravilla de lo sobre natural.
Los mochuelos acuden con su misterio a enmarcar los momentos estelares de numerosos incidentes novelescos del relato, pero también están las hormigas, y los sapos, y las ratas, una fauna sobrecogedora que se integra en el destino de las criaturas humanas creadas por el novelista para ser personajes de su relato. Los poderes de lo sobrenatural sobrecogen en los momentos cruciales de la novela y así un terremoto transforma vidas y destruye haciendas. Los mundos reales se tornan confusos y lo mágico y lo prodigioso supera la realidad hacia el trasfondo de lo onírico.
Como lo son también las leyes y las disposiciones de los humanos, y la consabida papeleta con destino fatal y definitivo. El destino configurado por una jurisdicción poderosa y dominadora. De la vida a la muerte se transita en esta novela por procelosos caminos que enturbian muchas de las estampas, las viñetas o las crónicas que se van sucesivamente acumulando para construir el relato general. Los materiales narrativos cohesionan el conjunto y se relacionan porque entre las distintas acciones, los eventos cruzados y lo peregrino de las vidas imaginadas, confluyen en un destino final previsto, predeterminado, ineludible, sentenciado previamente.
No puede extrañarnos que tanta riqueza argumental devenga irremediablemente en envidiada amenidad. Porque si una cosa está clara es que la amenidad de esta novela es indiscutible. Y a ella contribuye el lenguaje claro, preciso e incisivo con que Antonio Botías ha sabido construir sus historias, su historia.
Un topónimo domina la narración: Sangonera… Un topónimo que se convierte por virtud del arte del novelista en protagonista también del relato, como tantos hicieran en la novela moderna antes que él. Juan Ramón Lucas alude a Macondo, pero también están Oleza, Vetusta o Pilares, topónimos con trasunto real que adquieren estatura literaria y se convierten en parte de la ficción, de la creación novelesca…
Una nota final se tendría que añadir a las ya apuntadas: un claro sesgo humanitario, la solidaridad, el constante vivir de la piedad hacia los personajes creados, muchos de ellos desfavorecidos y débiles, hacia los que el autor tiende su mirada benefactora, porque quiere compensar la crudeza y el expresionismo de su creación con una no oculta complacencia bondadosa a la hora de hacerlos vivir.
De la caricatura grotesca se pasa pronto a la apiadada sensibilidad ante la criatura imaginada en la ficción y sentida en su trasfondo real. Indudablemente Antonio Botías ha escrito una magnífica y original novela cuyas cualidades descubrirá el lector cuando aborde su amena y asombrosa lectura.