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Columnas trinitarias para el Mubam

Se alzan, por el paso de los años, anónimas. Pero altivas e imponentes, como único vestigio del remoto claustro del convento de la Trinidad. Porque las columnas que engalanan la fachada del actual Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam) pertenecieron al mismo edificio que fuera desahuciado con la desamortización, y más tarde recuperado, a puros trozos.

Trinidad Tortosa y Gloria Mora, en un artículo publicado por la real Academia de la Historia en 2003 señalan como nacimiento del Museo Provincial un Real Decreto del Ministerio de Fomento fechado el 11 de abril de 1862. La orden creaba una institución museística dedicada a la pintura y la escultura aunque, más tarde, con fecha 6 de julio del mismo año, otra Real Orden agregaba una sala de Arqueología.

El germen se sitúa unos años antes, en la llamada Comisión de Monumentos, órgano que regirá los destinos del patrimonio regional y, en según que casos, con mano dura. Eso sucedió cuando un grupo de murcianos propuso colocar en la fachada del Contraste una lápida en recuerdo del pintor José Pascual. La comisión se negó.

El homenaje a Pascual, pese a todo, aún perdura en la ciudad. Porque el Ayuntamiento decidió cambiar el nombre de la antigua calle del Contraste por el de Pascual. Es la vía que une Santa Catalina con la calle Jara Carrillo.

En 1862, la Real Sociedad Económica de Amigos del País, como recuerda Joaquín Martínez Pino en su tesis La Comisión provincial de Monumentos de Murcia, ofreció sus locales para albergar el museo. Poco después fue el obispo quien ofreció el Colegio de San Leandro, en la plaza de los Apóstoles. Tampoco cuajó. Hasta que el Ayuntamiento cedió una parte del Teatro Romea, el llamado Salón de Oriente, donde comenzaron a instalarse las valiosas piezas artísticas.

Cuatro años más tarde, la Comisión fijaba sus miras en el Contraste, donde el Consistorio ofreció una planta. La inauguración del Museo se celebró con una gran muestra que, bajo el título Exposición de Bellas Artes y Retrospectiva de Artes Suntuarias, fue impulsada por el erudito Javier Fuentes y Ponte. Abrió sus puertas por la Feria de Septiembre de 1868.

Murcia en ruinas

La situación del patrimonio histórico en aquel lejano 1864 no era, desde luego, un modelo a seguir. El semanario “joco-serio” El Sacamuelas denunciaba en su edición del 8 de mayo de 1864 que “Murcia se halla en plenas ruinas”, recomendando a continuación que “hagamos todos testamento, a la mira de que si reciben la muerte en la calle, merced al saludo de una teja o una pared que se desploma, no nos coja intestados”.

La publicación recomendaba que “los Sres. Curas lleven el óleo en el bolsillo para socorrer espiritualmente a las víctimas”. Entre los edificios ruinosos citaba los conventos de San Antonio, Verónicas y Santa Ana, el interior de la iglesia de San Lorenzo, “que se llueve”, los porches del Almudí, las cornisas del Contraste, la iglesia de San Miguel, “que se ha hundido en parte” y hasta la mismísima plaza pública, “que a los 8 años de ser construida de planta y que costó muchos miles de muros, también se ha caído un trozo, y lo que queda de ella se caerá”.

Y llegó 1891. En una carta fechada el 2 de abril de aquel año, la Comisión de Monumentos anuncia a la Real Academia de la Historia la necesidad de trasladar de forma inmediata el Museo, “cuyo edificio amenaza ruina”. Pero el problema era elegir un lugar idóneo para la colección.

El único espacio adecuado en Murcia era, de nuevo, el Teatro Romea, concretamente los llamados “salones de descanso”. El arquitecto provincial dio el visto bueno a la nueva ubicación, si bien aconsejó unas pequeñas reformas. Sin embargo, la Comisión de Monumentos solicitó a la Real de la Historia que autorizara el traslado “antes de gestionar nada”. La razón: “Sabemos la repugnancia que las Reales Academias han mostrado siempre a que se alojen los museos en los teatros, porque parece sino de estos el incendiarse”.

Y el Romea ardió

No iba desencaminada la comisión murciana. Apenas 8 años más tarde, el teatro sería pasto de las llamas. Pero, para entonces, ya estaban los fondos en el edifico del Contraste, en la plaza de Santa Catalina.

Entrado el siglo XX y con el arquitecto Pedro Cerdán al frente del proyecto, se levanta el actual museo sobre el solar del convento de la Trinidad. Cerdán añadió al nuevo edificio diversas partes del antiguo monasterio, como los emblemas que hoy adornan el friso superior, una espléndida escalera de pino rojo o las propias columnas del claustro, incorporadas a su fachada. También se añadiría más tarde la fachada del Contraste.

Curiosamente, la Comisión Científico Artística de Murcia –precedente de la Comisión de Monumentos- había realizado en 1837 un demoledor informe para el Ayuntamiento de Murcia en el que mantenía que el convento trinitario no poseía valor arquitectónico alguno y que no debía utilizarse “para otros usos que a construir casa en beneficios del erario y del público”.

El Museo Provincial fue inaugurado el 10 de septiembre de 1910, junto al grupo de las Escuelas Graduadas, bajo la dirección del erudito Andrés Baquero. La apertura, celebrada por la mañana, concluyó con “un champagne de honor” y los diarios concluirían que Murcia ya contaba “con un Museo, que podremos enseñar con orgullo a los forasteros”.

 

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