Fue un encuentro, más que en la tercera fase, en el quinto pino. Por allá quedaría, al final de interminables caminos polvorientos, la ciudad de Murcia en el siglo XVIII respecto a otras grandes capitales del mundo. El viaje hasta la capital del Segura se antojaría interminable. A menos que se llegara volando. Y esto sucedió, supuestamente, en una fría tarde del 26 de diciembre de 1792, cuando miles de murcianos quedaron atónitos contemplando sobre sus cabezas una extraña danza de luces. Provenían de un objeto, que entonces se definió como un meteorito, pero cuya descripción casaría con cualquier avistamiento ovni al uso.
La crónica fue publicada en El Correo Literario de Murcia. Del supuesto platillo «se veían salir como de un punto» varias luces «bastante densas e iluminadas por alguno de sus bordes». Lo sorprendente es que estos rayos, que se dirigían al Oeste, «se reunían en otro centro común». Por la parte del Sur, continúa el redactor, eran «más raras y resplandecientes y todas ellas formaban con el horizonte unos segmentos de círculos inmensos». El fenómeno fue visible en el cielo durante 50 minutos.
Tradicionalmente se ha fechado el 14 de febrero de 1826 la primera noticia publicada en prensa sobre la supuesta aparición de un platillo volante. Sucedió en Campo de Criptana (Ciudad Real), aunque fue publicada en el Diario de Cádiz, que describía la sorpresa de los lugareños al comprobar en el cielo «un globo de fuego de una magnitud extraordinaria y de figura piramidal» que se dirigía hacia el suelo.
Esta noticia, en cambio, encaja más en la descripción de un meteorito, según relataban después algunos testigos que localizaron el lugar del impacto. Por tanto, el descubrimiento de la nueva crónica, datada tres décadas antes, es quizá la primera referencia de un presunto avistamiento en la Historia de España. Y sucedió en Murcia.
La orientación científica de El Correo Literario, a cargo de instruidos ciudadanos entre los que se contaba un científico, refuerza el rigor y veracidad de esta pequeña crónica. De hecho, la inmensa mayoría de los artículos publicados durante los tres años que duró la edición se centraron en sesudas cuestiones de ciencia, moral y política. El Correo también atesora la primera crónica de la Historia de la ciudad publicada en papel periódico: la caída de un rayo en la torre de la Catedral.
Dos siglos después, en julio de 1979, se produjo un suceso que atrajo la atención de todo el país. Cuatro jóvenes, mientras se disponían a asaltar nidos de tórtolas, descubrieron un extraño artefacto en lo alto de un cabezo, en Sangonera la Verde. Era pasada la media noche. El aparato irradiaba un potente haz de luz amarilla.
Los jóvenes, resguardados debajo de un pino, observaron el objeto durante unos minutos. Hasta que sintieron el crujido de unas ramas secas. Detrás de ellos encontraron, según describirían más tarde, un humanoide «de unos dos metros y medio de estatura, con una especie de gabardina oscura y una careta o casco en la cabeza». A duras penas lograron sortear con sus motocicletas el espacio que los separaba del bar del pueblo, donde unos hombres entretenían la noche jugando al dominó. Algunos de ellos, al comprobar el terror de los jóvenes, se trasladaron hasta la sierra para comprobar la historia.
Quienes se quedaron en la puerta del bar, en cambio, declararon más tarde que vieron elevarse «una cosa, lo que fuera, que despegaba de encima del monte». Esta versión fue corroborada días después por otro testigo, un pastor que había observado tan extraño fenómeno en otra ocasión. En la cima solo se encontraron las huellas de unas profundas pisadas, para las que nadie dio explicación.
La investigación posterior se redujo a comprobar que aquellos chiquillos parecían decir la verdad. O, cuando menos, era improbable que ellos, los testigos del bar y el pastor hubieran sufrido una alucinación colectiva. Además, los jóvenes apenas sabían leer y desconocían siquiera qué significaba la palabra extraterrestre.
Por aquel tiempo, en Cartagena, también se produjo el Caso del Butanero Tamanes, un navío que se vio cercado por medio centenar de luces extrañas durante toda una noche.
Apenas unos meses después, otros vecinos de Moratalla describieron un supuesto ovni, de luces rojas y equipado con antenas, unas tres veces más grande que un autobús. Desapareció, según informó el diario Línea, «en la perpendicular de Sangonera». La pedanía se puso de moda entre los extraterrestres. Cuatro meses más tarde, hasta 14 vecinos de La Alberca presenciaron otro extraño baile en el cielo, en esta ocasión protagonizado por un objeto «como una naranja, que bajaba de color y volvía a engrandecerse».
Vista con unos prismáticos, la nave también se situaba sobre la vertical de Sangonera. Incluso algún lugareño precisó que no era ni un planeta ni una estrella. «Estoy acostumbrado a mirar a Venus y aquello no lo era -señaló un testigo-. Además, el cielo estaba despejado y, de repente, desapareció».
Muy curiosa la información!