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La Salud es lo primero

Esta tarde, como se veía venir, no vestirás tu túnica blanca ni cubrirá tus hombros la capa roja, recién planchada. Esta tarde no vibrará tu corazón a la puerta de San Juan ni oirás las bandas, no habrá aromas de flores frescas, tu farol no iluminará la carrera hospitalaria. Este año, amigo nazareno, has sacado contraseña para otra procesión inesperada. Y como tantos y tantos vivirás tu particular calvario en los hospitales, donde siempre es Semana Santa. «¿Qué hora es, nena?», preguntas, ¿estará ya el Cristo en Belluga?”. «No abuelo, son las siete, aún no ha salido a la plaza».

Arranca el cortejo hospitalario por calles de fieles empedradas. Pontificia, Real, Hospitalaria y Primitiva cofradía que venera la talla más antigua de la Semana Mayor, ese Cristo ya conocido como de la Salud en tiempos de los Reyes Católicos. «Yo era mucho de San Juan Evangelista, ¿sabes?», vuelves a suspirar en el silencio de soledad de tu cuarto. «Es el tercer paso». «Es el segundo, papá» vuelve a corregirte la zagala. «¡Sea el que sea, releñe, era el que más me gustaba!». Un ambiente de duermevela va inundando la estancia.

Este año no has vestido la túnica. Este año, mira tú por dónde, cuando se cumple medio siglo desde la primera salida de la Virgen del Primer Dolor, la de los Santos Pasos, esa de carita huertana que la amargura quiebra. Este año, cuando Nuestro Padre Jesús de las Mercedes abre el cortejo desde San Juan después de 25 primaveras anunciando por Murcia que la Pasión del Martes Santo se reparte entre dos parroquias señeras.

Ya el Miércoles de Ceniza te costó acercarte al templo para besar el pie de tu Cristo de la Salud, porque la salud te fallaba. Pero reuniste tus últimas fuerzas de penitente antiguo, de remoto universitario de los que fundaron en 1957 esta Asociación de hermanos que impulsara el capellán del Hospital, don Antonio Moreno, para acercarte a la venerada talla y pedirle, si no era mucho pedir, un año más en la fila. No pudo ser.

Nazareno de la Salud, aunque lo niegues, me engañas. Anoche andabas quebrado al recordar su mirada. Yo sé que te hiciste el fuerte, como huertano de raza, pero una lágrima traidora surcó a las siete tu cara. Sabías que tu Salud el cortejo anunciaba, que por vez primera en tu vida no acudías a su llamada. «¡Ojalá hubiera podido, no será por faltar ganas!».

Retumba en los pasillos el runrún de una marcha. Es casi imperceptible, casi borrosa, lejana. Pero el nazareno murciano, la reconoce al instante: «¡Qué bonita suena, nena!». Y en su mente de cofrade los recuerdos aquilatan aquellos tiempos lejanos de Murcia en Semana Santa. Tintinea el gotero como bocina quebrada. Es su corazón un tambor sordo, herido por la nostalgia. El Cristo de la Salud entra en Calderón de la Barca. Porque la vida es un sueño de procesión atrasada. Y desde el corazón de Murcia suspiros blancos y rojos vuelan hasta La Arrixaca.

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