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Así se salvaron las vidrieras de Muñoz Barberán

Antonio Botías

La belleza de las vidrieras que imaginara Muñoz Barberán, hoy indiscutible al contemplar la obra en la biblioteca de Santiago el Mayor, se encontraba repartida en una docena de trozos que, mal que bien, adornaron durante una década la oscuridad de un almacén municipal. Casi nadie recordaba siquiera qué eran aquellos cristales esparcidos y cubiertos de polvo. Casi nadie.

Las vidrieras se encontraban custodiadas en un depósito ubicado en el paraje de Sangonera la Verde conocido como El Mayayo. Fue una de las primeras obras que encontré, a comienzos del año 2008, durante una inspección por todos los almacenes que mantiene el Ayuntamiento. Dirigía por entonces el Programa Murcia que se fue, dedicado a la puesta en valor de una parte del patrimonio municipal, sobre todo de obras de pequeño formato, más vulnerables al paso del tiempo.DSC01947 DSC01948 DSC01950 VIDRIERA1

El objetivo de la visita a El Mayayo era encontrar el célebre León del Malecón, aunque esa es otra historia que también culminó con éxito. Pero no estaba allí el fiero símbolo de Murcia, aunque junto a las vidrieras se conservaban otras dos piezas magníficas: La Fama, de González Moreno, y Niños Jugando, de Elisa Séiquer.

¿Cómo había llegado hasta allí la obra de Muñoz Barberán? La construcción de la Pasarela de Manterola sobre el río Segura, frente al Almudí, precipitó el derribo del Club Remo en febrero de 1997. Ya entonces se suscitó la polémica por la destrucción de un enorme mural de Muñoz Barberán, realizado en dos materiales distintos: vidriera y gresites. En aquella ocasión, el pintor autorizó el desmontaje de la pieza y la destrucción de la parte cerámica. Sin embargo, las vidrieras se conservaron durante una larga década en un almacén municipal.

La pieza se encontraba fragmentada en diversas partes repartidas en otras tantas cajas, sin orden ni concierto. Casi de forma milagrosa se lograron recuperar todas, incluidos algunos cristales que se habían desprendido.

Las vidrieras son de estilo abstracto y simbolizan, junto a la parte del mural perdida, las cañas del río. En su día, la propietaria del edificio –Cruz Roja- se propuso vender la pieza en una subasta benéfica. Muñoz Barberán declararía entonces que se mostraba satisfecho por la deferencia de salvarla. Pese a todo, este mural presidió durante décadas una de las vidrierasestampas más castizas del Segura a su paso por Murcia. El Club Remo, durante 37 años, fue un referente para el ambiente social y deportivo de la ciudad. Luego fue disuelto como entidad social a finales de los años setenta y hasta se utilizó en su última época como centro de atención a drogodependientes.

La instalación de la pieza se realizó a comienzos del año 2010. El lugar elegido era la nueva biblioteca de Santiago el Mayor, entonces aún en obras. En su interior fueron acopladas a un bastidor metálico junto a un gran ventanal. Durante el mismo mes fue completada la obra. La inauguración del centro se celebró el 16 de diciembre de 2011. Desde entonces las célebres vidrieras vuelven a lucir en todo su esplendor y, lo que resulta más interesante, a salvo. Al menos, por un tiempo.

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