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El Robinson Crusoe murciano de las parrillas

En esta Murcia novelera donde se entregan medallas de oro, plata, bronce, aluminio y hojalata, diplomas y mil distinciones aunque el único mérito de los agasajados sea bajar la basura a las horas que el Ayuntamiento estipula pero que pocos cumplen, muy de tanto en vez, se otorga un premio justo.

Cada vez es más raro que eso suceda. Pero cuando ocurre, casi de milagro, se ponen en valor auténticos méritos. O, como es el caso, se visibiliza, término propio del cacareanés, que es un dialecto propio de las tertulias de algunos medios, a embajadores murcianos que triunfan más allá de nuestras fronteras.

Ahí quería ir a parar. El Grupo de Cabezudos del Entierro de la Sardina, con Antonio Murcia, el fiel custodio del restaurante El Alias, a la cabeza, ha decidido conceder su distinción de Cabezudo de Honor 2024 a Mariano García Poyuelo, hijo de los afamados hosteleros Jose y Paco, al frente del recordado restaurante Alfonso X, en cuyos fogones dio el zagal sus primeros pasos mientras no pocas intrigas políticas se sellaban en sus salones. Si Paco escribiera sus memorias…

La trayectoria culinaria de su hijo arrancó hace dos décadas en Tolosa, en la casa de Matias Gorrotxategui, la conocida Casa Julián, expertos en las parrilladas de carnes rojas. Fue allí cuando descubrió su vocación: convertirse en parrillero. De aquellos fogones pasó a formar parte del equipo de Casa Matías, en Madrid, formación que amplió en distintos restaurantes asturianos, entre ellos Casa Marcial, de Nacho Manzano.
Así comenzó una carrera que le llevaría a distintos asadores, mientras organizada innumerables jornadas gastronómicas. Sudó la gota gorda frente a las brasas en Zaragoza, donde durante dos años regentó Tabernillas. Y luego en Valladolid, Barcelona y, de nuevo, Madrid.

De regreso a la Murcia que añoraba, junto a su hermana Flori y su padre, refundó el Paco Alfonso X en Espinardo, enfrente mismo del tanatorio de Jesús de la familia Albarracín. Los duelos con carne sabida cocinar y buen vino son menos duelos. Más tarde organizó la creación de La Pilar, en la céntrica plaza de Santa Catalina y propiedad de otro murciano ilustre, Emilio, el de La Torre.

Su último logro, que es a lo que vamos, fue alzarse con el destacado primer premio del Campeonato de España de Parrilla. ¿Y dónde se celebró el concurso? Pues en el mismísimo San Sebastián, que en aquellas latitudes algo saben de carne.

El nombramiento evidencia que aún queda esperanza en nuestra Murcia olvidadiza para rendir homenaje a quienes se ponen por montera la murcianía y clavan una pica, ya no en Flandes, sino en el corazón de lugares con mayor prestigio culinario, al menos en apariencia.

Porque yo pongo sobre los manteles un caldero del Mar Menor, un zarangollo de la huerta murciana o unas verduras a la plancha, unos michirones de aquellos con hojas de naranjo, un asiático cartagenero, arroces con conejo o caza, un pastel de carne recién horneado o esas marineras de cualquier bar murciano… Y que otras regiones pongan lo suyo, a ver qué pasa.

Que se lo digan al maestro pastelero Javier Moreno, de Beniaján, quien el año pasado fue elegido Mejor Artesano del panetone elaborado en España, Portugal y Andorra. Panetone que, por cierto, es un dulce milanés navideño que ni de lejos sabe igual que nuestros cordiales, suspiros y tortas de Pascua o de recao. Aunque esa es otra historia.

Mariano ha conquistado las parrillas como aquel murciano que descubrió la isla de Robinson Crusoe. Fue uno de los más destacados hijos de esta tierra. ¿Y quién era ese señor? Como si a la puerta del célebre infierno anduviéramos, pierdan ustedes toda esperanza, que de seguro pocos, ni grandes ni pequeños, responderán la pregunta. Algunos, si acaso, apuntarían que Cascales, Salzillo, Floridablanca, Belluga, De la Cierva o Peral, lo que no es poco apuntar. Pero sorprende conocer que se trata de Juan Fernández.

Este Fernández dio nombre al archipiélago donde anduvo perdido cuatro años largos Alexander Selkirk, un marinero escocés en quien se inspiró Daniel Defoe para crear a su inolvidable Robinson Crusoe. ¿Cómo se les queda el cuerpo? Pues igual que si hubieran dado cuenta, con buenos vinos de Jumilla, Bullas o Yecla de una de las parrilladas del maestro Mariano.

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