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A la cárcel por cantar ‘aguilandos’

Apenas cuatro notas musicales y otros tantos versos, siempre espontáneos y cuajados de aromas a mistela y tortas de Pascua, resumen en Murcia que se acerca la Navidad. Y es opinión extendida que basta escuchar tan remoto sonsonete para que la nostalgia despabile el recuerdo y azore el corazón. Se trata del aguinaldo murciano, superviviente experimentado de tantas épocas y que retorna con fuerza desde hace unos años -en verdad nunca se fue- gracias al empuje de auroros y cuadrillas.

Refiere Tomás García en su magnífica tesis, ‘Fuentes Informativas para el Estudio de las fiestas tradicionales de invierno en el Sureste peninsular (1879-1903)’, que los auroros se implantaron en Murcia de la mano de los dominicos. Más tarde se extendieron por la huerta y el campo. Hasta el extremo de que, a comienzos del siglo XVIII, existían más de veinte cuadrillas.

La supervivencia de estos grupos, histórico legado sonoro de la huerta, podría considerarse un milagro. Prueba de ello es que hasta el Concejo de la ciudad, con fecha 20 de mayo de 1684, ordenó que no se permitiese «ninguna despierta que los devotos hacen por las casas de otros al amanecer de los domingos, con música de campanas y coplas de jácara, para oír la primera misa, lo cual es irreverencia».

Esta triste decisión fue adoptada después de instaurarse en Murcia el toque de queda, aprobado el 24 de abril del mismo año. Justificaba el corregidor la medida para evitar a los vecinos, a quienes se recomendaba estar en la «quietud de sus casas», «los embarazosos e inconvenientes que de andar distraídos y a deshoras sean experimentados».

Recado a los conventos

Otras manifestaciones de religiosidad popular escaparon a esta medida. Por ejemplo, el martes día 11 de abril el Consejo ordenó que se diera recado a los conventos para que «hagan rogativas por el agua» y a los mayordomos de las cofradías para que convocaran novenas, además de sacar «en procesión a Nuestro Padre Jesús Nazareno si fuera posible el domingo». En otra sesión del día 5 de abril se propuso procesionar a Nuestra Señora de los Remedios porque «hasta ahora no se ha conseguido el agua que tanta falta hace».

Un tiempo después encontramos una prueba de la existencia de la antigua Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, cuyos mayordomos solicitaban al Concejo el pago de una pensión de 25 ducados de un censo «que le hacen los propios de esta ciudad que cumplió el día de San Juan pasado». Mientras, la Cofradía del Rosario, con fecha 8 de julio, solicitaba permiso para organizar una corrida de toros «como lo acostumbran». Las fiestas se celebraron el último día de agosto y el primero de septiembre.

La Aurora murciana, según mantienen casi todos los autores, volvió a escucharse en las calles y veredas a partir de 1719, aunque solo habría que esperar unos años para que la autoridad volviera a silenciarla. Francisco J. Flores Arroyuelo, en su artículo ‘Los Auroros de la huerta de Murcia’, recuerda que en 1784 -en realidad, fue en 1774- el corregidor Joaquín Pareja Obregón prohibió la mendicidad, incluyendo en ella a los integrantes de la Hermandad de la Presentación. Esta cofradía, establecida en San Pedro, estaba formada por ciegos que, «a los sones de guitarra y otros instrumentos, cantaban oraciones y canciones».

Los ciegos, a prisión

La orden del corregidor, en forma de bando, causó una gran polémica. Porque unos días antes de San Juan fueron detenidos ocho ciegos mientras cantaban ante una imagen de la Dolorosa que había en la fachada de Antonio Lucas, entonces Alguacil Mayor de la Inquisición. Los ciegos fueron encarcelados. Cuatro meses después, hasta 19 ciegos exigían la liberación ante el Obispado de Cartagena. En su escrito, fechado el 13 de julio de 1774, recordaban que, desde época inmemorial, cantaban «por las calles en la cuaresma la Pasión de nuestro Redentor Jesucristo, oraciones de Santos, romances, historias y otras cosas».

Esta prohibición consiguió, para regocijo de futuros cronistas, que tengamos conocimiento de la Cofradía del Santísimo Sacramento y de las Benditas Ánimas, cuyos hermanos pidieron en 1780 que se les permitiera continuar con sus tradiciones. Sobre todo, porque eran costumbres que excedían «de la memoria de los hombres sin que se las conozca principio por ser tanta su antigüedad, que aún en los libros más derrotados y dificultosos de leer por lo antiguo de su letra, ya se suponían existentes». El documento lo firmaban los hermanos mayores de estas hermandades, «establecidos en las once parroquias de ciudad».

Los ritos de Navidad, como aclara Tomás García, se iniciaban -y se inician- «con la celebración de los primeros cantos de pascua y aguinaldo en las vísperas y durante el día de la Purísima Concepción». Supone para los auroros el ciclo más festivo, con la incorporación de diversos instrumentos y la convocatoria de las misas de gozo. Puente Tocinos, Guadalupe, Rincón de Seca, Santa Cruz y Sangonera la Verde se erigen como principales lugares donde las campanas de auroros o las cuadrillas festejan por aguilandos la cercana Navidad.

A comienzos del siglo XX ya publicaban los diarios noticias sobre solicitudes como la que cursaron dos vecinos de San Benito en 1902 para salir «cantando la aurora los sábados por la noche». Heredera de aquellos tiempos es la actual Hermandad de las Benditas Ánimas de Patiño, en cuyo seno prosperaron diversas tradiciones como el célebre Auto de Reyes, las despiertas y misas de gozo o la sorprendente Bajada del Niño, ceremonia en la que es descendido hasta el altar el día 24 de diciembre.

La emigración a partir de la década de los años sesenta del siglo XX, como apuntó Juan Gris en ‘La voz del pueblo: auroros y animeros, situación actual y futuro’, supuso un nuevo varapalo para esta incomparable tradición. Problema al que pronto se sumaría el auge de los medios de comunicación y «los nuevos hábitos de ocio entre los jóvenes». Pero aquellos mismos jóvenes son los que hoy vuelven a integrar esos espléndidos grupos que, cuando se acerca la Navidad, renuevan la tradición de anunciar la Pascua entre sones de aguilando murciano.

 

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