Si en la histórica Alejandría alguien pregunta por la mezquita del murciano, la respuesta sería tan inmediata como si en Murcia preguntara un egipcio por la Catedral. Porque en Alejandría pocos desconocen dónde se encuentra la tumba de tan ilustre personaje. Así la llaman, aunque en otro idioma. Y la visitan tantos como pocos recuerdan aquí que el más bello templo de aquella ciudad fue erigido en memoria de Abu al-Abbas al-Mursi (El Murciano). Sus restos ocupan un mausoleo que quita el hipo. Pero no quita la vergüenza de cuantos murcianos, al visitarlo, comprueban que su ciudad natal lo olvidó hace siglos. Lo mismo pasa en Damasco con otro olvidado, aunque esa es otra historia.
Al-Mursi nació en Murcia en el año 1219, hijo de una noble familia del Islam, originaria de Medina y dedicada al comercio, en el que sería instruido el joven hasta que, cumplidos los 24 años, acompañó a sus padres a La Meca para cumplir con el sagrado precepto. Eso le ahorró, porque ya nunca regresaría, contemplar cómo su amada Murcia caía un año más tarde en poder de la Corona de Castilla.
Abu al-Abbas, según algunas crónicas pero otras lo desmienten, padeció un naufragio en el que perdió a sus padres, quienes también lo habían instruido en diversas ciencias. Junto a su hermano, logró llegar a Túnez. Aunque continuara la tradición familiar del comercio, abrió una escuela. Entonces conoció a su maestro, el místico Abu al-Hasan al-Shadhili, de quien jamás se separaría. Ambos se trasladaron a Alejandría más tarde. Allí moriría en 1287, según algunos autores.
Abu al-Abbas centraba sus argumentos en la duda platónica de los sentidos y, fiel seguidor del sufismo, proponía la sencillez y la soledad como el camino para encontrar a Dios. En Alejandría halló la fama, que pronto se extendió por el mundo islámico donde, aún hoy, es reverenciado. Allí se erigió sobre su tumba en 1775 la más bella mezquita de la ciudad. En Murcia tardaron en olvidarlo cinco minutos. Y así estaba la situación hasta 1967, fecha en que los árabes conmemoraron el séptimo centenario de su fallecimiento.
Entre los homenajes que se tributaron al místico en numerosos países destacó el convocado en Alejandría. A comienzos de marzo de 1967, la agencia Efe se hizo eco de la noticia de que en la ciudad «se está celebrando el VII centenario de la muerte de Abd Abas el Murci» y el programa incluía conferencias, ceremonias religiosas y la inauguración de una feria de comercio.
Interesados en Murcia
La primera conferencia corrió a cargo del doctor Mohmoud Aly Makki, director del Centro de Estudios Ibérico Americanos del Cairo y quien disertó sobre ‘La Murcia musulmana en tiempos de Aboul Abbas’.
Otro doctor de la Facultad de Letras de El Cairo describió la ciudad en una intervención en la Sociedad de Arqueología de Alejandría. En ella advirtió de que Murcia está situada «en una planicie del río Segura, el que fluye tranquilo como nuestro Nilo. Las crecidas periódicas fertilizaron esta tierra e hicieron de Murcia una muy bella ciudad a la imagen de Córdoba, Sevilla y Zaragoza. Poesía, palacios y jardines, baños públicos, escuelas, bibliotecas que frecuentaban sus sabios, lexicólogos, pensadores, escritores y poetas».
Aún se conservan algunas notas autobiográficas del murciano. En una de ellas recuerda un espectáculo «de sombras chinescas» presenciado en Murcia siendo él un niño. «Al día siguiente fui de mañana a la escuela y el maestro […] me recitó este verso nada más verme: ‘¡Ay de aquel que lleno de admiración contempla las imágenes de las sombras chinescas siendo él mismo una sombra de lo que mira!». Platón puro. En Murcia permanecería hasta los 24 o los 18 años, según los autores.
¿Y qué propusieron los murcianos para conmemorar en 1967 el séptimo centenario? Lo que mejor sabemos hacer: Nada. Más bien, el anuncio en el diario ‘Línea’ de los actos en Alejandría provocó un enfrentamiento con su competidor ‘La Verdad’, desde donde se advirtió de que la fecha de la muerte de Abu al-Abbas estaba mal calculada. Y ahí se enzarzaron en una curiosa lucha periodística durante días.
En la discusión terció el catedrático de Historia y Literatura de la Civilización Árabe Alfredo Bustani, considerado entonces como «primera autoridad mundial en temas árabes», miembro del Centro de Estudios Universitarios del Mundo Árabe. Bustani dio la razón a ‘Línea’: en el año 1967 se cumplían siete siglos desde la muerte del personaje si se tenía en cuenta el calendario árabe. En mayo de 1967, dos meses después del homenaje en Alejandría, Marruecos organizó otro con diferentes actos en su capital y algunas ciudades como Casablanca, Tánger y Tetuán. Así que la embajada española en aquel país invitó al escritor y poeta murciano Francisco García Albaladejo para que impartiera cuatro conferencias.
Apenas suena el nombre
García Albaladejo había investigado la figura del santo basándose en fuentes extranjeras, puesto que los eruditos murcianos «no nos dejaron fuentes donde beber», advertía en una entrevista en ‘Línea’, donde también denunciaba que en Murcia «no se conoce a los grandes árabes murcianos». Y hoy, menos.
Durante una visita a la Región en 1979, el director del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, Elsayed Abdel Aziz Salem, dejó boquiabiertos a cuantos quisieron escuchar la trascendencia que el maestro murciano tenía en el mundo islámico. El director relató que los alejandrinos pedían sus bendiciones en todos los acontecimientos extraordinarios. Y su mezquita era visitada por la población, tal que oriental santuario de la Fuensanta. Desde los novios tras las bodas a los deportistas antes de los campeonatos. El místico era y es el patrón de una ciudad con cuatro millones de almas. Cuatro.
En Murcia, cuatro gatos lo conocen. De hecho, mientras se sucedían los reconocimientos en tantos países, ‘La Verdad’ preguntó «a varios especialistas arabistas» quién era el santo. Concluyeron que «apenas nos suena el nombre». Este quizá sea el problema de nuestra amada ciudad: que apenas nos suena el nombre de aquellos que, en otras latitudes, son venerados hasta el extremo, como es el caso, de levantarles una mezquita que hace sombra a todas nuestras parroquias. Y no pasa nada.