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¿Inventaron las rebajas los murcianos?

Nadie defendería, en su sano juicio y según en qué lugar de España, que las rebajas son un invento murciano. Pero tampoco son, como sostienen algunos autores, una invención norteamericana. A cada cerdo su San Antón. Un siglo antes de que fueran descubiertas en EE UU, cuando por allá aún andaban despellejando esclavos, en Murcia eran una costumbre extendida y aplaudida.

Para corroborar esta afirmación basta desempolvar el Diario La Paz Murcia, en su edición del día 16 de marzo de 1858, y conocer un curioso anuncio publicitario. Fue insertado por «el acreditado establecimiento de Giménez y López, en la calle Trapería» bajo el título «Elegancia y baratura».

En este breve se comunicaba a los clientes de la camisería, aparte de la calidad del género, que, «en lo sucesivo, a más de las ventajas que se citan, habrá de notarse la de nuevas rebajas en los precios».

Las ofertas no se reducían a los comercios de la capital. Incluso se observaban hasta en las farmacias. Al menos, para cuestiones tan sorprendentes como «la curación pronta y radical» de las mataduras y llagas de los caballos. Para ello, bastaba con acercarse a la botica «del señor Martínez» donde vendían la medicina y se anunciaban «grandes rebajas». Al señor Martínez, desde luego, le gustaban las ofertas. Porque incluso las proponía en otros anuncios publicados en La Paz sobre un jarabe «para la primera dentición de los niños». O en el tratamiento de las denominadas «enfermedades secretas».

Este tipo de dolencias, más inconfesables que secretas, se curaba «con el vino de zarzaparrilla y los bolos de Armenia», que vaya usted a saber qué eran. Por mucho que el autor de la receta fuera un tal Ch. Albert, «médico y farmacéutico de la Facultad de París», entre otros títulos.

Para familias numerosas

Por aquellos años también era posible disfrutar de descuentos para familias numerosas, otra catalogación que creemos contemporánea pero resulta más antigua que orinar a pulso. De hecho, las líneas marítimas que unían Alicante con Orán y Marsella ofrecían «precios módicos con grandes rebajas en los pasajes para las familias de tres personas al menos». La naviera anunciaba en los diarios sus «magníficos vapores, de grande fuerza y velocidad», si bien tardaban en cubrir el trayecto hasta Marsella unas 50 horas.

Entrado el año 1859 el uso del término rebajas se extendía en los papeles periódicos. No es complicado descubrir alguna página de anuncios por palabras donde se utiliza en diversas ocasiones, junto otros mensajes para atraer la atención de la clientela.

La historia, más o menos oficial, mantiene que las rebajas fueron provocadas por el crack bursátil de 1929 en Estados Unidos. Como una medida para activar el consumo, varias empresas dedicadas a la venta al por menor decidieron crear la Federated Department Stores Inc. Entre las iniciativas acordadas se estableció rebajar los precios de algunos productos durante varios días, además de facilitar el pago a plazos.

La idea se rebeló como una espléndida forma de dar salida al género amontonado en los almacenes al final de la temporada. Sin contar que los clientes, como sucede ahora, siguieron consumiendo a crédito y que el sol, también como aún se dice en Murcia, saliera por donde quisiera.

El supuesto origen de las rebajas en América no aguanta, por otra parte, el mínimo análisis histórico. Ni siquiera como una forma de vender los excedentes. El diario La Verdad de Murcia denunció en 1922 que en Barcelona no existía aquel año «un comercio donde con grandes letras no se anuncien grandes e importantes rebajas». El redactor aclaraba que los comerciantes catalanes justificaban el descenso en los precios «por ser fin de temporada». Concluía la breve nota con una advertencia sobre los derechos de autor de la crónica que ahora, tantos años más tarde, causa la sonrisa del cronista: «Prohibida la reproducción».

Hasta en los toros

Apenas 4 años más tarde, en 1926, otro anuncio demuestra que los saldos tampoco eran desconocidos en Murcia. La Cooperativa Cívico-Militar anunciaba la liquidación de sus existencias «con grandes rebajas de precios», pero limitada la oferta a «solo ocho días». Así las cosas, las oportunidades a la hora de comprar se extendían a cualquier negocio imaginable, incluso a las corridas de toros. De hecho, el festejo programado para el 7 de junio de 1928, cuando se lidiaron hasta 8 toros en La Condomina, se anunció con el reclamo de «trenes especiales en todas las líneas con grandes rebajas de precios».

Entrado el año 1937, en plena Guerra Civil, los Almacenes El Águila, establecidos en la plaza de la Cruz, ofrecían sus ofertas en diferentes secciones, advirtiendo a los murcianos de que sus compras permitirían «consolidar la gran obra social». De igual forma, Emilio el de los Muebles S.A., se anunciaba en el mismo diario con otra curiosa pregunta: «¿Quiere vd. ser feliz en su matrimonio? Compre en los grandes almacenes» de la calle Sociedad, donde se ofrecían «grandes rebajas de precios».

 

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