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¡Tun tururún tururún clac, clac, clac!

Ocurrió en la remota iglesia, cuando la noche caía. Los ecos de la tormenta la cancela retorcían. Entonces, en la penumbra, mientras los guardias dormían, crujió la primera túnica, la mesa se removía. Los candelabros de plata encendidos, cobró vida la vajilla; hasta el cordero, aunque asado, su cabeza retorcía. Un diminuto ratón volcó un plato de ensaladilla. Las perdices de lechuga volaban despavoridas. Y fue San Pedro el primero que, alzado sobre su silla, abrió sus labios trueno y exclamó: “¡Releñe, si parezco nuevo. Menuda restauración!”.

La expectación ante el templo privativo crece a golpe de cetro de mayordomo de Jesús, de estante de morera y vara de pino de Oregón, de carajillo apresurado en los antiguos bares del barrio, cuajados de túnicas moradas, de recuerdos y añoranzas, de reencuentros que el café con leche aromatiza, como cada año, y también de suspiros por cuantos no regresaron y dejan un hueco en la fila.

Dos de la mañana. Los Doce se levantaron para ver qué sucedía. Afuera, en San Agustín, el agua el asfalto cubría. Pero Jesús seguía quieto, ni una pestaña movía. Ellos querían despertarlo, mas ninguno se atrevía ni siquiera a abrir la boca. Solo Judas Iscariote frente al Prendimiento decía: “En persona soy más guapo, ¡dónde va a parar, María!”. La Dolorosa, encendida, miraba y no lo veía.

Miles de nazarenos moraos aguantaban la vigilia. Las túnicas, en la puerta; sobre la mesa, pastillas; huevos duros y habas frescas, estampas, rosarios, ligas… La madrugaba llegaba de nubes descolorida. “¡Tendremos que hacer algo! -propuso Tomás- ¡A las ocho es la salida!”. Esteban, el que más inquieto andaba, les propuso a los demás: “¡Que alguien se acerque y nos traiga al presidente Cebrián!”. Y el ángel de la Oración, dando un blinco en la palmera, se echó a volar.

Cabildo urgente en la iglesia cuando en Murcia amanece. Los ángeles de Jesús juguetean con los sayones. La algarabía crece. Y es entonces cuando Cristo alza la voz. Enmudecen. “¡Hombres de poca fe, abrid las puertas, que empiecen a retumbar las fanfarrias, que los estantes se acerquen, ¿dónde están los cabos de andas?, que los tambores resuenen, pues siendo Dios de corazón y morao de cuerpo y mente, ¿cómo no iba a salir en la mañana del Viernes?

Falta un minuto para las ocho en punto. Sobre Jesús, ni una nube en decenas de kilómetros. La previsión: que el cielo ofrece un paréntesis de luz hasta las dos de la tarde. Y después, la mundial. Se puede salir; aunque habrá que arañar unos minutos para regresar antes. Judas Iscariote se retuerce en su trono restaurado mientras los otros apóstoles deciden, de soslayo, a qué manjares de la espléndida mesa hincarán primero el diente. Y el Nazareno sonríe.

Cruje la puerta del templo y el pendón mayor de la cofradía, el estandarte que anuncia el inicio del desfile, parte en dos el hueco de la cancela. Del interior, desde ese útero de la nazarenía murciana, surge un rumor de satisfacción cuando los primeros rayos de sol acarician el remoto pavimento. Salzillo regresa a las calles.

Si el Cielo hizo justicia con el desfile más bello, no menos justo fue con el Mayordomo-Presidente, Rafael Cebrián, en su último año al frente de la institución. Uno a uno, hermandad a hermandad y palmo a palmo, como en una procesión dentro de otra, Cebrián se despidió de todos sus mayordomos, a quienes agradeció su esfuerzo y trabajo. Bajo su mandato, la cofradía ha experimentado una época de esplendor que culmina con la presentación de cuatro ángeles de Romero Zafra para Nuestro Padre Jesús, la restauración íntegra de La Cena y su próximo traslado a Madrid para la visita del Papa.

La carrera arde de miles y miles de murcianos y turistas que, al comprobar cómo luce el sol, se han echado a la calle para disfrutar del más bello y elegante cortejo procesional murciano. Salzillo ha esquivado la lluvia, ahorrando en su recorrido en torno a media hora, por si acaso. Casi todo está cumplido. Sólo el Iscariote, al entrar de recogida en Jesús, exclama: “¡Ya me las pagaréis, ya!”. Y vuelve a convertirse en talla.

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