Claro que Boabdil, como hombre que era, lloraría con amargura la pérdida de Granada. Pero no lo hizo cuando se le antojó al padre Echevarría, quien, allá por el siglo XVIII, atribuía a la madre del emir, la sultana Aixa, la célebre frase: «Llora como una mujer lo que no defendiste como un hombre». Y, como Boabdil, también su parentela lamentaría abandonar el que había sido su hogar durante siglos. Aunque el rey terminó en el exilio, una parte de su familia siguió disfrutando de otro cercano y espléndido vergel: el Reino de Murcia.
Para conocer los detalles, como ya hiciera el desdichado emir, debemos cruzar el Mediterráneo. La descendencia perdida fue redescubierta hace casi un siglo por Blas Infante, considerado el padre de la patria andaluza. Infante viajó a Tetuán y allí encontró a la familia Lahmar, apellido derivado de Ibn al Ahmar y vinculado al origen de la dinastía. Al parecer, no eran descendientes directos de Boabdil, sino por parte de un primo del rey, según la tradición oral transmitida de generación en generación.
La única novedad en la aportación de Blas Infante residía en constatar que aún había memoria de aquella dinastía en Marruecos, tal y como ya apuntara varios siglos antes el historiador Al Maqqari al escribir que Boabdil «dejó dos hijos varones, el uno Jusuf y el otro Ahmed, de cuya descendencia hay aún en Fez algunos restos». Así lo comprobó el autor en su visita a la ciudad en 1627.
La originalidad de esta estirpe perdida, al menos para el lector murciano, reside en que en 2011, en las páginas del diario El Mundo, la familia Lahmar recordó que su ancestro -el primo de Boabdil- había llegado a África proveniente de Murcia, donde sus antepasados tuvieron posesiones. Incluso habían atesorado un árbol genealógico para demostrar sus raíces murcianas.
De padres a hijos, estos supuestos descendientes de Boabdil han escuchado la vieja historia: sus ancestros vivieron durante siglos en Murcia, hasta que se vieron obligados a abandonarla tras la expulsión decretada por Felipe III. Curiosamente, en la actualidad existen unas doscientas personas con el apellido Lahmar en España. De ellas, la mayoría reside en Murcia.
Otras visitas históricas
Para Abu ‘Abd Allah, conocido como Boabdil el Chico porque así sonaba su nombre a los cristianos, aunque más bien era corpulento, rubio y de ojos azules, Murcia era un territorio conocido.
Tras ser apresado por las tropas cristianas en abril de 1483 en la batalla de Lucena, Boadbil acordó su libertad con los Reyes Católicos a cambio de combatir a su padre, Muley Hacem. Isabel y Fernando exigieron que, en prenda de que cumpliría su palabra, dejara como rehenes a su hijo y a los de otros caballeros granadinos. Apenas unos meses después, en septiembre de 1483, según refirió el historiador Juan Torres Fontes, «un hijo del rey de Granada y otros, hijos de caballeros moros», llegaban a Murcia.
El Concejo ordenó que se les recibiera con honores, ofreciéndole a tan distinguida comitiva carneros, gallinas, una vaca, pan y cebada. Queda por investigar la razón de que el hijo del emir pasara por Murcia.
El día 12 de marzo de 1485 fue el propio Boabdil quien llegó a la ciudad, siendo acogido de igual forma. En las Actas Capitulares del Concejo de aquel año puede leerse que «vino por esta Ciudad el rey chico de Granada, vasallo del rey y reina, nuestros señores, y salieron a recibirlo» en señal de respeto. Como también sucedió a su regreso a Murcia en octubre del mismo año. En esta ocasión, según las mismas Actas, el Concejo pagó un regalo a Boabdil consistente en «dos carneros, un cabrón, seis pares de gallinas y doscientos panes».
Más clara noticia de la estancia del rey granadino en Lorca nos la aportan las Actas Capitulares de Orihuela. En ellas se anotó que estando «muy encendida la guerra de Granada [&hellip] El Corregidor de Murcia escribió al Concejo que estuviesen todos apercibidos porque dicho Rey había venido a Lorca a pedir socorro a estas tierras». El descubrimiento de esta fuente orcelitana se debe, una vez más, a Torres Fontes.