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La amenaza de lluvia no tuvo Perdón

Instantánea de Vicente Vicéns para el diario La Verdad de Murcia.

Este lunes por la noche fui a agradecerte, aunque no lo mereciera, esa mención otorgada, tan castiza y tan magenta, que premia estas pequeñas crónicas que en LA VERDAD nos proclaman, un año con otro y otro, esa gran verdad sincera, que es describir la esencia de la Murcia nazarena. Y allí, al pie de la cuesta, por la lluvia traicionera, vi suspender, Perdón, tu paso por la Murcia nazarena, el cual retomarás mañana, con tus hermanos nazarenos de la Archicofradía de la Sangre, tras el ofrecimiento ‘colorao’ para que el ‘Señor del Malecón’ salga el Miércoles Santo de la mano de sus estantes.

Ante la ausencia este lunes de tu salida, no existen palabras grandes ni versos ni estrofas serias que pudieran describir esa cofrade tragedia. Lágrimas magentas cubren una ciudad desierta, sin aquella algrabía que el Lunes Santo magenta proclama en el universo procesión castiza y regia.

Pero aún así yo quiero recuperar la leyenda, cuando llega la alborada del único Lunes murciano que eclipsa la madrugada y es así llueva o no llueva. Y se escribe con mayúsculas, sin apellidarlo en nada, que cualquier murciano sabe que en magenta se engalana. Y debo mencionarte Padre, cuando en tu descenso abrazas esa parroquia señera de almas tan cautivada. Este lunes, teñida de luto, bajo nubes sanguinarias que impidieron un cortejo que en toda la urbe esperaban.

Pues cuando suena tu himno, cuajado el barrio de lágrimas, todos saben al instante que la Semana Santa se acaba. Y acaba porque tu cortejo, bajo esa tormenta que espanta, proclama la esencia murciana, desde el pendón de la seda hasta que la Soledad pasa, aunque este lunes por la noche no pasara, pero aún así resume, brilla y aclara galana las procesiones murcianas sin salir de su morada.

Las nubes no dan un respiro
Todo el día tus hermanos, bien acodados en barras, de tabernas tan antiguas como tapas despachaban, andaban mirando al cielo, por si la lluvia llegaba. Y hasta el último instante, Murcia cuajada de agua, se mantuvo la esperanza de que el temporal callara. Así no ocurrió, por desgracia, y fue la responsabilidad y ese amor que todo arrasa, el que animó al presidente, Diego Avilés se llama, a decidir lo mejor: el desfile queda en casa.

Si especial es mi mención, para especial cómo andas, aunque este año lo hagas sin moverte de tus patas, aunque muchos imaginan cómo navega el velero del Perdón de mis entrañas. ¡Mirad ese vaivén huertano! ¡Mirad la tarima galana! ¡Vedla revirar crujiente de esparteñas tan huertanas! De medias que son repizcos de madres enamoradas, de las que imprimen puntadas sobre túnicas planchadas.

Los relojes se detienen
¿Queréis conocer la esencia de la Murcia más huertana? ¿Queréis conocer por qué al llegar Semana Santa los relojes se detienen hasta que El Perdón pasa? Pues acudid a ese barrio de tan castiza elegancia, donde al mismísimo Cristo lo tutean y lo aclaman como si hubiera nacido en la calle de Sagasta. Y da igual que procesione, que su tarima quede intacta, allí dispuesta en la iglesia, sin surcar la madrugada. ¡Ved como mil murcianos acudieron a besarla! San Antolín se cuajó de devotos que lloraban no ver caminar al Cristo hasta alcanzar la alborada.

Porque ahí, quieto y firme el paso del Señor que todo arrasa, sobre pocos metros de oro de madera legendaria, en apenas unas tablas de flores engalanadas, se resumen tantos siglos de la Murcia legendaria. Velero de la Pasión que marineros te bajan del altar para guiarte por calles tan legendarias.

Por eso, ¿por qué me distingues cuando no merezco nada? Si me basta con vibrar en la carrera cuajada de mil familias que aguardan tu devoción legendaria. Este lunes quedaron sin verte, y sin verte mascullaban que no existe primavera si El Perdón no la cabalga.

En una esquina, la saeta. ¡Ay, cuántos la esperaban! Isabel huniera sido, como siempre, quien la canta. En la otra, una plegaría. Aquél comiendo un pastel, porque la carrera es larga. Niños que extienden sus manos. Abuelos que se las cargan de caramelos que imploran al penitente que pasa. Resuena una marcha al fondo. La luna se torna clara. Es El Perdón que atrona, el de San Antolín que clama. Pero este lunes por la noche todo fue, sueños que nadie esperaba.

Para mención especial, que más que especial es santa, ese descenso increíble cuando tú la cuesta alcanzas, y la ciudad se derrite entre lágrimas y palmas. Pero este lunes se derritió de pena y ansias amargas. Así que, visto lo visto, Padre que todo lo alcanzas, dentro de un año nos vemos en tu cuesta tan galana.

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