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«En Egipto han hallado la tumba del faraón Tutan-Kamen»

Los lectores murcianos conocieron casi en tiempo real y hace un siglo justo el gran descubrimiento

Aún andaban templadas las calderas del Titanic naufragado cuando la noticia llegó a Murcia. El periódico ‘El Tiempo’ la incluyó en su edición del 16 de abril de 1912, apenas unas horas después de que se produjera la catástrofe. Y solo una década más tarde, otra información se telegrafiaba desde Egipto para convertirse en crónica histórica: el descubrimiento de la tumba de Tutan-Kamen, que así lo llamaban entonces.

El enterramiento del célebre faraón se descubrió un 4 de noviembre de 1922. Curiosamente, esa semana tenía programado el antiguo Teatro Ortiz la zarzuela denominada ‘La Corte de Faraón’. Aunque el arqueólogo británico Howard Carter, quien accedió a la tumba el 26 de aquel mes, tardaría un tiempo en descubrir sus tesoros y casi una década en catalogarlos. Pero, ¿Qué repercusión tuvo aquella noticia en Murcia? De entrada, no tardó demasiado en conocerse.

Esta provincia ya contaba por entonces con una fructífera tradición periodística que, en alguna de sus épocas, llegó a contar con varios periódicos cada día, incluidas algunas ediciones vespertinas. El diario ‘El Liberal’ publicó un 23 de febrero de 1923, bajo el título «Se ha abierto la tumba del Faraón», que tras dos horas de trabajo «el espectáculo que se ofreció a la vista de lord Carnarvon, quien financiaba la campaña, y de sus compañeros fue maravilloso».

Buena descripción

El rotativo añadía una detallada descripción del hallazgo, incluso deteniéndose en la capilla canópica. Estaba flanqueada por las diosas Isis, Neftis, Neit y Selket con los brazos extendidos, «en actitud de rechazar al visitante», advertía ‘El Liberal’. Allí dentro se conservaban los órganos momificados —hígado, estómago, intestinos y pulmones— del faraón.

La crónica del diario murciano era tan exacta que, junto a la capilla, se alzaba «sobre una especie de trineo extraño», el dios Anubis y detrás una cabeza de toro. Todo ello constituía «un espectáculo maravilloso».

El 20 de marzo de 1923 Carter abrió la cámara interior y halló el sarcófago del faraón niño. Y comenzó la leyenda. El conde de Carnarvon falleció en El Cairo poco después, el 5 de abril. De ahí surgiría la supuesta maldición del faraón que pesaba sobre cuantos habían profanado su descanso eterno.

Los lectores murcianos supieron de la muerte 3 días más tarde, en las páginas de ‘El Liberal’. Pero no solo eso. Ya entonces, el redactor advertía de que «los supersticiosos egipcios» trataban de justificar «un castigo por el atrevimiento de penetrar en las tumbas» de aquellos remotos reyes.

Sin embargo, a renglón seguido, la cabecera murciana añadía cómo «la realidad« era que Carnarvon había muerto «por la picadura de un mosquito, que envenena la sangre», a la que sucedió una «pulmonía infecciosa».

Poco duró el sentido común. En febrero de 1924, ese mismo periódico daba voz en su portada a un periodista en cuya opinión «Tutankamen o Tutankamon se ha vengado de quienes han violado su sepultura». No de todos, claro. El profesor Douglas Derry, quien practicó la autopsia a la momia, murió en 1969 a los 87 años de edad.

En el artículo de ‘El Liberal’ se relataba la supuesta inexplicable muerte de varios testigos del descubrimiento y la «violenta epidemia de peste» que, por haber sido abierta la tumba, «empezó a azotar a los habitantes» de la comarca.

También anotaba el redactor que Carter andaba gravemente enfermo en El Cairo. Pero el arqueólogo, el más implicado en el descubrimiento, moriría 17 años más tarde por causas naturales.

Otro sarcófago en Cartagena

Mientras proliferaban estas patrañas, Carter seguía a lo suyo. En 1925 concluyó de inspeccionar la tumba. El diario LAVERDAD daría cuenta de ello con un simple breve sobre el descubrimiento de «un segundo sarcófago». Todavía faltaba por destapar el tercero, el que pesaba y pesa 110 kilos de oro macizo y en cuyo interior se halló la famosa máscara de oro batido y lapislázuli.

Poco más se supo entonces del histórico descubrimiento. Aunque ya entonces podía relacionarse a Murcia con un faraón egipcio. Concretamente, con Micerinos, el que erigió una de las tres pirámides más fotografiadas del mundo, hijo de Keops y sobrino de Kefrén.

Su sarcófago viajaba de Egipto a Londres, donde debía ser depositado en el Museo Británico, cuando naufragó el barco que lo transportaba. Fue un 30 de octubre de 1838. Sorprendido el convoy por un temporal en el Mediterráneo, el capitán de la goleta ‘Beatrice’ decidió resguardarse en un puerto cercano: el de Cartagena.

No lo lograría. Así que en aquellos fondos próximos al litoral descansa el faraón y un fabuloso tesoro, cifrado por algunos autores en unas 300 cajas. Tan cerca está que los tripulantes del barco llegaron a nado a la costa y contaron lo sucedido. Hace casi 40 años se anunció una campaña para recuperar el sarcófago. Pero igual que sucede con nuestro patrimonio, quedó en nada.

Como no hay faraón que se precie sin maldición, no pocos pescadores de la zona, según la tradición, aseguran que por aquellas latitudes existe un lugar donde es imposible pescar un solo pez. Habría que empezar a buscar por ahí.

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