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Bien de Interés Celestial

morá, de pastillas que envuelven versos, de enaguas en los pasillos, de medias bordadas de flores huertanas que trepan por su tela de repizco, mientras aguardan en el respaldo de los sillones. La mañana de Salzillo comienza en el instante mismo en que se cierran las puertas de Jesús, cuando ya esperamos la próxima, cuando Ella retorna, prendido en su rostro el aroma de la primavera, a ese cenáculo eterno donde el Espíritu Santo descendió para quedarse hace cuatro siglos. La mañana de Salzillo es tarde de Jueves Santo, remoto cántico de auroros en San Agustín, quienes acarician con sus correlativas ancestrales las palmas que van componiendo, entre recuerdos y nostalgias, la palmera de La Oración. Y es cabildillo de mayordomos y reparto de contraseñas, pasaporte a la gloria de acompañar al Señor de la Columna, que siempre se llamó de Los Azotes. La mañana de Salzillo son tambores de Pasión entelados, sordos porque a Dios le andan golpeando, ¡tun tururún tururún, clac, clac, clac!, y alargados suspiros de metal que ruedan, como bocinas, hacia Belluga por San Pedro, y recrujir de tarimas al superar la puerta estrecha de la iglesia como veleros que navegan, llevando por vela el olivo de la Oración, entre una marea de suspiros. Homenaje a la huerta La mañana de Salzillo es homenaje a la huerta, que rebrota en las flores que adornan los pasos, en los manjares que engalanan la mesa de la Cena, en los azahares que aromatizan las calles, en las medias que se heredan como tesoro, en los estantes de morera donde palpitan huellas de recias manos y hasta en los espinos que se elevan sobre la espalda rendida de Cristo. La mañana de Salzillo es el Pendón Mayor a la puerta de la amanecida, la palmera de La Oración y sus dátiles contra la infertilidad cuando acaricia en su salida el dintel remoto, el primer rayo de sol que enciende la vara coronada de potencia de los mayordomos, las seis horas solares, las cruces que en Doctor Quesada aguardan hombros de estantes ilusionados y el viento de abril que mece el paño de La Verónica. La mañana de Salzillo es gentío apresurado por las esquinas y multitud en interminables filas de sillas, es caña de medio día en Las Flores, marinera incluida porque al final resucitará Cristo, y paso estrecho en San Nicolás, melancolía al volver por Las Agustinas, piso de adoquines en el Romea y peceras del Casino como balcones improvisados sobre la carrera. Embojo de seda La mañana de Salzillo es caja de alfileres y puntadas maternas sobre la túnica, cíngulo sobre la pierna derecha y rosario, de nácar y oro, sobre la izquierda, escudo de colores sobre el pecho y, sobre el alma, orgullo de ser nazareno murciano de Jesús, al que portan mayordomos mientras acaricia sus santos pies un embojo de seda. La mañana de Salzillo es cuadro de La Dolorosa en los ajuares murcianos, traslado de Nuestro Padre Jesús a Las Agustinas, donde el peso de su cruz alivian, magistral brazo de San Pedro cuando por Murcia camina, rostro de ángel sublime, que en nada envidia al David de Miguel Ángel, y San Juan que no anda solo porque para eso tiene a sus señeros estantes. La mañana de Salzillo es Bien de Interés Cultural por cuanta tradición encierra y Bien de Interés Celestial porque el Señor de Murcia, siendo Dios del universo, que sepan en la Unesco que eligió esta bendita tierra para enseñorearse cada primavera. Nosotros lo tenemos claro, tan claro como la más bella mañana que el mundo imaginar pueda.  ]]>

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