19th Ave New York, NY 95822, USA

«Se le multa por tirar una gota de agua del balcón»

Al joven José Muñoz le gustaba tocar la guitarra. Y se conoce que en todo tiempo pero, sobre todo, a toda hora. Así que el 4 de agosto de 1952 andaba a lo suyo. Lo suyo, como diría un castizo, era dar por saco con la dichosa guitarrita a las dos y media de la mañana en la calle Aguadores. Por cierto: esta vía, la actual Gómez Cortina, se llamó así porque los murcianos recogían en ella el agua de la acequia Aljufía.

En bicicleta. Antigua sección ciclista de la Policía Local de Murcia, en una foto de los años cincuenta.

José provocó tal escándalo que fue multado por un guardia urbano con cien pesetas de la época, que pronto se escribe. El motivo de la sanción era, textualmente, «dedicarse a tocar la guitarra a las 2.30 de la madrugada sin el correspondiente permiso».

El muchacho recurrió la sanción advirtiendo a su favor que era miembro de la ronda del Frente de Juventudes y desconocía que dar guitarrazos a deshora necesitara de un permiso. Y añadía que, cuando ya se marchaban, la dueña de la casa les rogó que tocaran otra pieza, «inconscientemente y sin maldad». Pero mire usted por dónde acudió entonces el guardia y lo multó. Al final, el alcalde le rebajó la sanción a 25 pesetas.

Igual fue aquel el mismo agente de la Policía Local que también detuvo a Mariano Moreno mientras daba una serenata en la calle de La Manga. Menuda juerga tenían montada. Otras cien pesetas. Se la dejaron, como al anterior, en solo veinticinco.

Mientras tanto, a Antonio López, conocido como ‘El Rambla’ y dueño de un bar en Cánovas del Castillo, le imponían una sanción por mantener el establecimiento abierto «a deshoras de la noche». Antonio alegó que la familia vivía en el mismo edificio y se encontraban «en la puerta de la casa tomando el fresco». Aunque dentro se encontraba «un primo mío», a quien multaron creyendo que era un cliente. No coló la excusa, si bien fue rebajada la sanción.

Las multas de aquella época son sabrosas anécdotas del devenir cotidiano de la ciudad. A Juan de Dios García le comunicó el Ayuntamiento que debía pagar 50 pesetas, también en 1952, por escuchar la radio. Por escucharla… pasadas las doce de la noche.

Juan de Dios adujo que debía ser un error porque desde hacía «dos meses como mínimo no se ha hecho funcionar la mencionada radio». En este caso el Consistorio, tras hablar con el guardia municipal, rechazó su recurso.

Poca prudencia

A aquel agente poco debían gustarle las radios. Así que otra multa recibió Prudencia Salcedo por conectar su radio a las 00.40 horas, con las lógicas molestias para los vecinos. En este caso, la señora se disculpó advirtiendo que lo tenía «a un cuarto de potencia» y desconocía hasta qué hora podía escuchar el aparato. De nuevo, la multa fue ratificada.

Otros eran más valientes. Como Salvador Ros, que fue sancionado «por tocar el claxon y hacer mofa de un sereno», según consta en el boletín de denuncia que atesora el Archivo Almudí. Ros respondió que no era el propietario del camión multado y que, de seguro, el sereno debía «tener rencillas personales contra el que suscribe». El dueño del vehículo suscribió el recurso y reconoció haber tocado el pito para avisar a un coche mal estacionado. El Ayuntamiento, por tanto, trasladó la multa al conductor.

Más increíble fue la sanción que le impusieron al pobre ciego Alfonso Saura el 17 de septiembre de 1952. En el boletín sancionador, que también se conserva en el Almudí, figura que fue «por haber caído una gota de agua a una persona que pasaba por la calle».

Alfonso vivía en la calle San Luis Gonzaga y recurrió señalando que era «ciego total y con siete hijos a su cargo». Su escaso sueldo no le daba para satisfacer la sanción, que al final fue rebajada de 100 a 25 pesetas. Aunque solo tenía diez días para satisfacerla.

José Solera, vecino de la calle Alejandro Séiquer, tampoco supo, hasta que recibió la notificación, que su criada Remedios Castillo andaba tirando basura por la ventana. Sucedió en septiembre, durante la Feria. Remedios juró y perjuró a su señorito que estaba leyendo en el balcón «un programa de toros, que una vez leído lo arrugó y dejó caer a la calle». Con la mala fortuna de que, según se lee en el recurso, un «guardia ciclista» pasaba por allí. Tampoco se libró de la multa, si bien se le rebajó.

Arrojar basuras

Los mismos reparos adujo Josefa Pagán, la portera de un edificio en la calle Serrano Alcázar, multada por tirar un cubo de agua a la calle. Ella, según protestó, lo hizo a la alcantarilla y en presencia del guardia, quien esperó a que acabara para empapelarla, sin advertirle antes que no lo hiciera. Pero el agente insistió en que era falso. De nuevo, el recurso le permitió a la señora una rebaja.

Menos excusas pudo argumentar José Velasco, un vecino de Puente Tocinos que conducía como loco su tartana por la plaza de Camachos. Los guardias le dieron el alto y casi los arrolla. Tras una persecución lograron detenerlo. Pero José, según el boletín de la multa y a grito pelado, les advirtió que «hacía lo que quería en esta Murcia y que nosotros no éramos nadie para él y que [al agente] le ‘hiba’ a dar mala vida, no pudiendo conseguir que encendiera la luz». El caso fue enviado al juzgado.

Allí no acabó, en cambio, el joven Antonio Martínez, multado por dedicar «palabras y acciones groseras» a unas jóvenes en la calle San Patricio. La mediación de su anciana madre ante el alcalde le permitió rebajar la sanción. Pero no se libraría de dos bofetadas en todo lo alto de la cara.

Dejar un comentario

error: Content is protected !!