Nadie, por descontado, recuerda su nombre. Ni perduró su retrato. Y ni siquiera en su época fue reconocida. Pero ahí figura su invento, para escándalo de la generación presente, inscrito en letras de oro murcianas en la Oficina de Patentes y Marcas. Victoria Pérez Rivas se llamaba. Y su logro fue patentar una aplicación para el aluminio una década antes de que se inaugurara la primera gran industria de este metal en España, que los cronistas sitúan en 1929 en Sabiñánigo (Huesca). No fue Victoria la primera murciana en pasar a la historia como inventora con patente autorizada. La pionera, como destacó la investigadora Manuela Caballero, fue Laura Pérez Martínez en 1916. Según reza el expediente, su invento fue una “muela de esparto recubierta en un borde con un recincho de cáñamo para que sirva de piso en fabricación de alpargatas de lona”. Aunque resulte curioso, el invento supuso una destacada innovación, habida cuenta de que las alpargatas, como también recordaba Caballero en ‘Andelma, Boletín del Centro de Estudios Históricos Fray Pasqual Salmerón’, era el único tipo de calzado utilizado por las clases populares hasta mediados del siglo XX. Apenas tres años más tarde, Victoria Pérez Rivas patentó el llamado “Bidón de aluminio para el envasado y transporte de líquidos”. La novedad del artefacto era que permitía reducir hasta en un 75% el peso del mismo respecto a los que ya existían. Aquel mismo año de 1919, según publicó el diario ‘El Liberal de Murcia’, el Congreso Nacional de Ingeniería se hizo eco del “primer lingote de aluminio español que la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona ha obtenido”. La propuesta de Victoria era indiscutible. Según sus cálculos, podían fabricarse depósitos que contuvieran hasta diez mil litros de capacidad. Por si fuera poca la genialidad de la patente, en el expediente se destaca que la murciana había creado “un nuevo tipo de envase, no empleado ni conocido hasta el presente en España ni en el extranjero”. Ahí quedó eso. Más valor que el oro A lo largo del siglo XIX se consideraba al aluminio un material tan preciado como el oro. De hecho, a comienzos del siglo XX la producción mundial apenas alcanzaba las 6.700 toneladas. Y eso a pesar de que en 1888 en la Universidad de Oberlin (Ohio, Estados Unidos) se había logrado producir aluminio puro en cantidad suficiente como para que fuera comercial. El primer diseño de barriles de aluminio data del año 1906 y estaban destinados para el transporte de petróleo de la firma Satnard Oil, que le permitió abandonar los recipientes de madera. La aportación de Victoria fue reforzar los envases para su ampliación. La primera lata de aluminio –hay quien mantiene que era de acero- la fabricó la cervecera Krueger en Nueva Jersey (Estados Unidos) en 1935. El invento de Victoria se puso en práctica en 1921, aunque tampoco los periódicos locales se hicieron eco de la novedad. El mismo año, según ‘La Verdad’, una comisión murciana trasladó a Madrid “las placas de aluminio y cobre, que se han de poner a los aeroplanos, con la siguiente inscripción: Murcia al ejército 1921”. El entonces ministro de la Guerra, el murciano Juan de la Cierva, fue el impulsor de la iniciativa. En el año 1923, ‘La Verdad’ publicó un reportaje publicitario sobre las bondades del bidón de aluminio, entonces “patentado para España y el extranjero” por la firma Zerep Aicrag. El fabricante era el alicantino Luis Carretero, quien mantenía un comercial en la plaza murciana de Santo Domingo: Esteban Pastor. El anuncio destacaba que el bidón pesaba “un 78 por 100 menos que los de hierro” y era el envase ideal para el transporte. No consta en la prensa de la época referencia alguna sobre la inventora Victoria, aunque sí aparece una esquela de su hermana Petra, quien falleció en 1920 en la calle de la Soledad. Yecla, Cieza, Totana Ángela Azorín lograría una nueva patente en 1922 tras idear en Yecla un curioso procedimiento que, tras obtener la decoloración de las telas por medio del cloruro de cal disuelto en agua, obtenía originales dibujos “en terciopelos, lanas, veludillos y géneros similares”. La aportación de Ángela se sumó a otra de Hortensia Martínez, natural de Totana e inventora en 1927 de un “grifo automático de aplicación a latas de petróleo, aceites, esencias y toda clase de líquidos”. O aquella máquina de hilar que patentara la ciezana Francisca García Hernández el 4 de mayo de 1944. Aunque el inventor en realidad fue su sobrino, Rafael Amador, el expediente refleja que el objeto principal de la nueva máquina era “eliminar la fabricación de hilados de esparto, a los niños de 6 a 10 que tienen que dar a la rueda de hilar y que es antihumano y antisocial a esa edad, precisamente la escolar, mantenerlos en el trabajo”. Por mucho menos otros disfrutan de esculturas en su recuerdo.]]>