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La puerta infernal de la bruja Mari Chaves

Murcia atesora, entre otras tantas increíbles reliquias de las que el mundo adolece, la puerta de una auténtica bruja. Pero una bruja de las que ardieron en las llamas. Y está al alcance de la vista. Basta con acudir al Museo de Bellas Artes (Mubam)y contemplar la pieza que, como si estuviera encantada, se conserva tan intacta como el primer día en que fue tallada entre jaculatorias y hechizos. Aún hoy, cinco siglos más tarde, alguno de sus símbolos sigue siendo un misterio.

A pesar de ser desconocido para la mayoría de los murcianos, el propio museo describe el terrorífico portón en su catálogo como una obra de arte, datada alrededor del siglo XVI y que «había pertenecido a Mari Chaves, una supuesta pitonisa judaizante de origen portugués, sancionada en la hoguera junto a su hermano Melo por la Inquisición en 1720». Melo, como se verá, acaso no era su hermano.

La extraña puerta, de madera tallada de dos hojas, está dividida en varios casetones cuyo amplio repertorio icónico oscila entre la antigüedad oriental, persa, grecorromana y judeocristiana, la fantasía de los Bestiarios medievales, el mundo orínico, lo atávico y esotérico y todo ello tamizado por las técnicas del Renacimiento. Leones, elefantes y linces se retuercen entre bestias fantásticas, cuernos y vísceras, gimnastas, híbridos -mitad humanos, mitad vegetales- o bufones, junto a otros símbolos hasta hoy no identificados.

El periplo de la puerta durante el último siglo está bien registrado. La primera referencia en prensa se remonta al 31 de julio de 1868, en la que conocemos que estaba instalada en el edificio del Contraste, en la plaza de Santa Catalina. Allí fue colocada durante la Exposición de Bellas Artes y Retrospectiva de Artes Suntuarias que organizó la Comisión Provincial de Monumentos. Desde la inauguración del Museo de Bellas Artes en 1910, la puerta se trasladó del antiguo palacio del Contraste, si bien en los inventarios generales de obras no aparece hasta el año 1973. Otra incógnita.

La procedencia original de la pieza es confusa. En la obra Historia y guía del Museo de Murcia, de J. Martínez Calvo (1986), se reseña que la puerta «procede de la casa de la pitonisa Mari Chaves que estuvo situada, en su lugar de origen, entre las calles de Santa Catalina y Platería».

La legendaria Mari Chaves protagonizó uno de los más sonados procesos de la Inquisición en Murcia durante el siglo XVIII. Su nombre era María Gómez Chaves, estanquera del tabaco y antigua conocida del Santo Oficio que, en 1682, ya la sometió a un proceso. Juan García Abellán, en su obra La Otra Murcia del Siglo XVIII, recuerda que en el mes de noviembre de 1724 fue ajusticiada Mari Chaves por los cargos de «relapsa, pertinaz, impenitente y blasfema».

Otras fuentes, como la revista Efemérides (1924) señala que el 17 de mayo de 1722 «fueron quemados junto al Molino de las Coronas los célebres Melo y Mari Chaves».

Mari Chaves compartió suplicio con los hermanos Rafael y Jerónimo Melo. Del primero, muerto durante la incoación del proceso, llegaron a exhumar los huesos para, en estatua, cumplir su Auto. El segundo, boticario de profesión, después de padecer indecibles tormentos se le perdonó la vida. Pero con tan mala fortuna que, cuando lo conducían para lucir su sambenito por las calles, alguien le lanzó al cuello una horca. Y él, creyendo que moría, confesó su fe judía. Así que se repitió el proceso y, esta vez sí, fue condenado a la hoguera.

Elfos, arpías, sátiros

Pedro Jara Carrillo, sin referencia histórica alguna, señala en su folletín Las Caracolas (1921) que el marido de Mari Chaves era el tal Jerónimo. Díaz Cassou mantendrá que Melo solo fue condenado a abjuración formal, confiscación de bienes y cárcel de 6 meses. Y anotará que Mari Chaves solo podía ser una mujer llamada Rosario Rodríguez, también si aportar ninguna fuente.

La investigación más profunda sobre la puerta, donde se agolpan elfos, sátiros, grifones, arpías, el dios Zeus, el Loco del Tarot y hasta un jinete del Apocalipsis, la realizó María Ángeles Gutiérrez García en su artículo Aproximación a la lectura iconográfica de la Puerta de Mari Chaves (1989). Gutiérrez aclara que «si cronológicamente la hermosa puerta se aleja del personaje, el carácter críptico y aparentemente contradictorio de ambas las une en el tiempo, en la historia».

Poco sabemos de la legendaria Mari Chaves, aparte de su supuesto proceso por judía y pitonisa. A Jerónimo lo acusaron de «hereje judaizante, convicto, pertinaz, proterbo y blasfemo». Queda fuera de toda duda que el Tribunal del Santo Oficio murciano era uno de los más temidos, hasta el extremo de que se hizo célebre una coplilla que rezaba: «Cuatro cosas tiene Murcia y de tres me libre Dios: El hospital y la cárcel y la Santa Inquisición». De hecho, se llegaron a celebrar auténticas ejecuciones en masa.

Entre las más célebres figuran los ajusticiamientos del 12 de febrero de 1559, cuando una treintena de murcianos pereció entre llamas. O el 15 de marzo de 1562, con 23 víctimas del brasero. Esa suerte correría Mari Chaves cuyo único y espléndido legado es la supuesta puerta de su casa, una de las piezas más misteriosas y desconocidas de esta Murcia que no vemos.

 

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