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‘Grapas’ de caramelos frente a la crisis

Todo llega y todo pasa; pero cuando de Murcia se trata, al llegar Semana Santa, todo llega, todo queda y nada cansa. Y, sin darle muchas vueltas, tendremos poco dinero pero el que queda, se gasta.

Nazareno de la Esperanza que has sufrido todo un año, al socaire de la crisis económica que bamboleaba tus cuentas como una tarima sin los estantes de rigor que la sujetan. Nazareno verde que te estremecías al cruzar por San Pedro y admirar su puerta estrecha porque recordabas esas otras estrecheces de números rojos en tus tarjetas. Y te quedabas como el Apóstol, mirando al cielo y suspirando. “¡Este año ya veremos, que la cosa está muy mala!”. Por la calle del temor ibas en procesión anticipada.

La contraseña, la cuota, las monas, unas cuantas habas, las postales y los pins, ¡que a precio de oro despachan!, los huevos duros, las medias, que este año hay que cambiarlas… ¡Qué cuestecica tan alta se te hizo la Semana Santa! Pero, al final, sin quererlo, por tu nombre de Esperanza, te acercarás a San Pedro como los cánones mandan. Dime a ti quién te ha vestido de túnica aterciopelada, bien barnizado el estante y la vara plateada. No hay crisis que pueda aplastar a Murcia en Semana Santa.

Recorrerás con tu túnica verde, de un verde encendido como el horizonte huertano, los escasos metros que separan la parroquia del subterráneo de Verónicas, donde cargaste tu sená con las bolsas de caramelos que colmaban el maletero del coche. “¡Échame una grapá más, maestro, que la tela aguanta!”, le adviertes al compañero. Allí, sobre el cemento oscuro, quedaran unas cuantas pastillas, huérfanas de procesión y tarde grande en San Pedro. Caramelo que no se da, deja de ser caramelo. Y, al fin, la puerta estrecha del cenáculo cofradiero. Ocho estandartes de terciopelo y oro fino que balancea el viento.

En la cabeza, el pañuelo de colores estampados, casi abrazando tu frente con alfileres dorados. Los niños del primer trono disfrutan al verte a su lado. ¡Qué el punta tarima no frene, que Murcia lo está esperando! Hasta María Magdalena, incluso con Dios a su lado, se inclina hacia la tarima para admirar vuestros pasos. “¡María, estás o no estás!”, clama el Señor angustiado. “Espérese Padre Santo, que quiero ver a San Pedro mientras va cruzando el arco”. Allá se derrama el cortejo entre aromas de incienso caro.

Mesa del Arrepentimiento, la huerta sobre sus platos entre verduras moradas y racimos plateados. “¿Llevaba este año un melón?” No lo sé, no me he fijado. Pero Judas Iscariote buenos tientos se va dando. Otros, desde las terrazas, brindan por tan noble paso. Que Murcia vive la Pasión sabiendo que el Redentor termina Resucitado. ¡”Póngame otra cañica, que debemos celebrarlo!”.

Verde de túnicas verdes, verde de lirios dorados, verde por la primavera que arroja luz a su paso. Y el mismo de todos las tardes, en su esquina, protestando: “¡Van muy lentos, van muy lentos, así no vamos a ningún lado!”. Deje usted que se recreen, que es solo una vez al año! Se retuercen las tarimas cuando cacarea el gallo. “¿Es de verdad la gallina?”, pregunta un turista extraviado. “¡Ya lo creo, amigo Jhon, pero enseñada está un rato! Mire que no se menea ni cuando se le cruza un gato”.

Madera de pino de Oregón cubierta de plata corlada. Benditos tronos que portan nuestra tradición huertana, cuando Cristo entra a San Pedro por la fiesta de las palmas.

 

 

 

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