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El último milagro del buen cura Juan

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El joven párroco quizá no imaginó que su idea se convertiría en una las tradiciones más arraigadas de la ciudad de Murcia: los cultos en honor de Nuestro Padre Jesús del Rescate, el Cautivo de la parroquia de San Juan Bautista que atrae cada año a miles de fieles. Pero si no lo imaginó, tampoco le faltaron evidencias. Como la multitud que, desde el primer año de celebración del Quinario, inundó el templo.
La parroquia custodiaba desde antiguo una talla de Cristo cautivo o esclavo, de autor desconocido y datada en torno al siglo XVII. Pertenecía al desaparecido convento de los trinitarios hasta que fue cedida. Más tarde, se encargaría de organizar sus cultos la Hermandad de Esclavos de Nuestro Padre Jesús del Rescate y María Santísima de la Esperanza, que sacó en procesión la imagen por vez primera en 1947.
Pero, ¿cuándo surgió la devoción popular por esta imagen?
Hasta estas líneas existía cierta confusión para situar en la Historia el nacimiento, al menos el oficial, de la veneración al Rescate. Durante el siglo XIX no se encuentran referencias en los diarios a la existencia de cultos reglados. En 1884, por ejemplo, la única celebración del primer viernes de marzo era la llegada de «mujeres de la huerta a la Fuensanta y Santa Catalina del Monte para ofrecer la simiente de gusanos de seda en el altar».
Ya entrado el siglo XX, la incógnita se mantiene, pese a que cada viernes de 1915, como publicó ‘Línea’, se celebraba una Misa en San Lorenzo por Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. El mismo periódico se hacía eco, en marzo de 1925, de diferentes cultos cuaresmales. Ni rastro de ceremonias en San Juan. Sin embargo, sí incluía un breve sobre el besapié del Cristo de Medinaceli en Madrid. Al año siguiente se convocaría a los fieles de San Juan para celebrar Misa todos los viernes cuaresmales. Y, de nuevo, ninguna referencia al Rescate.
Apóstol de los enfermos
Y llegó el año 1934. El diario ‘La Verdad’, en su edición del 16 de febrero, atesora la prueba definitiva. Un gran titular anunciaba que «Se establecen con esplendor en San Juan Bautista los cultos a Nuestro Padre Jesús del Rescate». Después de una descripción de la talla, el redactor explica que «ahora, el celoso cura párroco [&hellip] recupera con esplendor los cultos en honor suyo». Del Rescate. Incluían un solemne Quinario, «todos los viernes a los ocho de la mañana, misa rezada con acompañamiento de armonium y motetes». Y a las ocho de la tarde, exposición del Santísimo, letanía y sermón, a cargo de diferentes párrocos. La última tarde, «solemne Minerva por el interior del templo» y el primer viernes de marzo «estará la iglesia abierta hasta las doce de la mañana».
La respuesta de los murcianos fue unánime.
El éxito de la convocatoria aconsejó a ampliar el horario al año siguiente y el Obispo de Cartagena, Miguel de los Santos Díaz y Gomara, presidió la última Misa del Quinario. Era su primer acto público en la Diócesis tras su nombramiento. Aún se celebraría otro Quinario en 1936, ya a las puertas de la Guerra Civil, y volvería a recuperarse tras la contienda, el 9 de febrero de 1940. En ese interín, la capilla del Rescate fue tapiada para evitar daños en la imagen que, pese a ello, se produjeron.
La devoción cundió. En mayo de 1936 ‘La Verdad’ anunciaba la celebración de una Eucaristía «todos los viernes, a las diez de la mañana» frente al altar del «Santo Cristo del Rescate». En 1940, concluida la Guerra Civil, se recuperó la tradición.
El 18 de abril de 1943, ‘La Verdad’ se hizo eco de la aprobación canónica, «el pasado día 15, de la Hermandad de devotos de Nuestro Padre Jesús Nazareno» y se convocaba a los fieles a sumarse a ella, «particularmente a los que sufrieron prisión en la que hubo en tiempo rojo en dicha iglesia». Tres años después, en 1946, se impulsaba la idea de organizar el primer desfile con la talla y se volvía a convocar a los devotos para organizar la institución. Aquel mismo año se bendijo el nuevo retablo.
En 1947 encontramos una de las primeras referencias escritas al actual besapié. ‘La Verdad’, en su edición del día 8 de marzo, relataba el último día del Quinario y advertía de que «feligreses de todas las parroquias de la ciudad» desfilaron ante el Rescate «besando sus pies».
Solo resta aclarar quién fue el promotor de instaurar los cultos al Rescate. El diario ‘El Tiempo’, haciéndose eco del último día del Quinario de 1935, un año después de su institución, publicaría una extensa crónica en la que revela el nombre del «celoso cura» promotor de los cultos: Don Juan Bernal Bernal.
Juan Bernal fue destinado a San Juan en 1928. Su carrera eclesiástica no poseía más mérito que el haber ostentado la rectoría de un humilde templo del campo de Murcia. Sin embargo, aquel increíble ascenso a una de las sedes capitalinas más importantes estaba justificado. La capacidad intelectual de Juan Bernal, unida a una fe inquebrantable, lo impulsaron a encabezar innumerables iniciativas, como la recordada novena a la Purísima, y en otras muchas iglesias murcianas. Mantuvo estrechos lazos con las cofradías, presidiendo en numerosas ocasiones sus ceremonias. Al tiempo, Juan Bernal era reclamado en otras parroquias para impartir sacramentos.
La auténtica obsesión del párroco fueron los enfermos, a quienes acompañaba y consolaba a diario. Aquello le costaría la vida. El sacerdote aguantó en Murcia hasta agosto de 1936, cuando se refugió en su hogar paterno, ubicado en El Palmar.
Tres días después envió a su hermano a preguntarle al Obispo si le autorizaba a visitar a los enfermos a escondidas. Pero el Obispo también había huido. Así que decidió seguir acercándose hasta quienes sufrían, bordeando carreteras y esquivando partidas de milicianos. El rumor de que un sacerdote hacía ‘incursiones’ a la ciudad se extendió.
En la noche del 12 de agosto acudieron a su hogar dos individuos, quienes le aseguraron que allí estaría seguro. Era una farsa. Esa misma madrugada, 9 milicianos rodearon la casa y exigieron que se entregara. Su hermano, Salvador, intentó detenerlo; pero Juan quiso salvar a toda su familia. Y fue despidiéndose de todos, uno a uno, incluida su madre enferma, quien moriría apenas dos semanas después al conocer el asesinato del hijo.
La Iglesia Católica tiene abierto ahora el proceso para canonizar a este sacerdote que, al considerarlo mártir, no necesita probar milagro alguno. Pero si hiciera falta, quizá no existe más portento que la multitud de fieles que acuden cada año ante el Rescate.

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