Sucederá, si acaso se cumple la tradición, el próximo miércoles. Aunque nadie, desde hace siglos, se ha decidido a comprobar el prodigio. O contarlo más tarde. Sin embargo, al margen de credos religiosos e hipótesis científicas, la historia recuerda que unas gotas de la leche materna de la mismísima Virgen María se veneran en la Catedral. Y que cada festividad de la Asunción, su estado sólido pasa a líquido.La reliquia se conserva en una redoma de cristal, adornada por una espléndida estrella de oro y protegida en una custodia de plata y diamantes. Para admirarla basta con acercarse al Museo de la Catedral, donde está expuesta. La denominada Santa Leche permanece todo el año coagulada, hasta que se produce el milagro de su licuación, volviéndose líquida cada 15 de agosto.Algunos investigadores señalan que estos restos sagrados proceden de la Gruta de la Leche, en Jerusalén, donde la tradición señala que la Virgen amamantó a su Hijo. Allí aún se extraen porciones de cal de la roca blanca de sus paredes, con fama de milagrosa y de remedio útil contra la esterilidad.La historia de la reliquia, en cualquier caso, es bien conocida, como destaca con acierto el investigador Manuel Pérez Sánchez en un artículo publicado en la revista Imafronte en 1999. El autor recuerda que tanto el cardenal Belluga como la Casa de los Marqueses de los Vélez incrementaron durante el siglo XVIII el tesoro de reliquias de la Catedral. Y precisamente fue la marquesa viuda, Mariana Engracia de Toledo, quien decidió donar a su muerte la ampolla de la Santa Leche.Fallecida doña Mariana, su hija María Teresa Fajardo cumplió aquella última voluntad entregando la preciada pieza al Cabildo Catedralicio. Con fecha 22 de marzo de 1714, María Teresa Fajardo comunicó la donación de la reliquia para su custodia en la capilla de la familia en el primer templo de la Diócesis. Además, el Cabildo también recibió un cáliz, una cruz y cuatro candelabros de plata para el adorno del lugar, así como 200 ducados que debían destinarse a la confección de una urna para proteger la reliquia.Junto a la reliquia se conserva un documento, llamado auténtica, que certifica la procedencia de la misma. En este caso, aclara que le Santa Leche procede del «convento de San Luis, de la Orden de San Francisco de Paula, de la ciudad de Nápoles». El mismo certificado añade que, por orden expresa del Papa, se entregó a Juan Alfonso Pimentel, Virrey de Nápoles, quien a su vez la repartió con su hija, quien la entregaría más tarde a Mariana Engracia de Toledo y Portugal.El texto de la reliquia permite datar, al menos, la entrega por parte del Papa al Virrey de la sacratísima reliquia. Juan Alfonso Pimentel ostentó aquel título durante poco más de 7 años, entre 1603 y 1611.La reliquia gozó de gran predicamento entre los parroquianos desde su llegada a Murcia. Pérez Sánchez apunta el gran alborozo que supuso su entrada en la ciudad, «con procesión general con asistencia de todas las autoridades, clero parroquial, órdenes religiosas, cofradías y gremios, así como el consabido adorno de la carrera a base de colgaduras y altares, el habitual repique de campanas y las luminarias y fuegos artificiales».Al parecer, la reliquia fue trasladada desde el Monasterio de los Jerónimos hasta el antiguo convento de la Capuchinas el 7 de septiembre de 1715. Al día siguiente, la pieza recorrió en procesión las calles de Murcia hasta la Catedral, donde se encuentra desde hace casi 300 años. Junto a ella existen otras reliquias tan curiosas como un supuesto pelo de la barba de Jesucristo y diversos huesos de santos y mártires.Sobre todas estas piezas la Iglesia Católica es clara. Las reliquias no se veneran en sí mismas, sino por razón de las personas con las que están relacionadas. Además, se advierte la necesidad de evitar todo fraude, de apuntalar su procedencia mediante certificados incuestionables y está prohibida toda forma de comercio y de degeneración supersticiosa.El paso de los siglos no eclipsó la fama de la Santa Leche. El diario ‘El Liberal’, en 1928, señalaba la sagrada ampolla como uno de los tesoros más originales del templo y la situaba aún en la capilla de los Vélez. Hasta hace no muchos años se celebrará una misa para conmemorar el milagro, aunque ya nadie recuerda si se repetía el prodigio de la licuación. Ahora puede admirarse la pieza en el Museo de la Catedral, en su espléndido relicario donde, si el milagro se repite, volverá a licuarse el próximo miércoles, día de la Asunción.