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El noble arte murciano de la tizona

esgrima Desde que el mundo lo es, el manejo de las armas fue una constante inevitable para alimentarse y defenderse primero y, más tarde y desde el antiguo Egipto, para competir, incluso antes de que se convocaran los célebres juegos olímpicos griegos. Pero muchos siglos después la afición por tan noble arte prendería en la sociedad murciana, hasta el extremo de convocar un exitoso torneo nacional que reunió en la ciudad a lo más granado de este caballeresco deporte. Uno de los maestros más antiguos que adquirieron cierta fama en Murcia fue el francés Petit, quien abrió una sala de armas a mediados del siglo XIX en la calle Platería, donde más tarde se inauguró la confitería de Juan Bautista Alonso, aquel de los célebres caramelos. Cierto día se entabló un torneo entre el maestro Petit y un tal Salvador Martínez, quien le propinó una paliza antológica. Y no solo eso. Los alumnos del francés, asombrados ante tan alta técnica, se convirtieron de inmediato en discípulos de Salvador. El nuevo maestro inauguró otra sala de armas en el Casino de Murcia, muy frecuentada por lo más selecto de la sociedad murciana de la época. Un tiempo después se abrió al público el llamado Teatro Provisional, a cargo de los hermanos Martínez, profesores de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. A su sala acudirían muy notables tiradores, como el Conde del Valle de San Juan, quien gustaba de organizar torneos en su casa. Pocos recuerdan que el célebre fotógrafo Jean Laurent, autor de históricas instantáneas de la antigua Murcia, mientras inmortalizaba nuestros más bellos rincones también enseñó en la ciudad el arte de la tizona en torno a 1870. Por entonces, además, surgió en la ciudad una sociedad de recreo bajo el nombre de ‘La Juventud’, que mantenía un gimnasio y una sala de armas. Como más tarde abriría sus puertas para el mismo fin el Colegio de la Purísima en la calle de Algezares bajo la dirección de Salvador Martínez. Lujo en el Casino Arraigada la práctica de la esgrima en la ciudad, algunos aficionados propusieron al Casino la cesión de una de sus salas para renovar la antigua tradición que esta institución mantuvo por años. Tuvieron éxito. El día 10 de diciembre de 1892 se fundó la Sociedad de Esgrima, de la que solo podían formar parte asociados del Casino y cuyos instructores fueron José Servet e Isidoro de la Cierva Peñafiel, el notario que en 1914 lograría ante el Parlamento español la creación de la Universidad de Murcia. Apenas un año más tarde, en noviembre de 1893, la gran afluencia de entusiastas obligó a contratar a un maestro de esgrima, Enrique Asensi, bajo cuya dirección se lograron numerosos triunfos. El Casino aportaba, aparte de la sala, la luz, el agua y un criado, aunque luego accedió a desembolsar una subvención que permitió rebajar la cuota mensual de los alumnos. En 1895, la cuantía de la ayuda, impulsada por el entonces presidente del Casino, el marqués de Villalba de los Llanos, ascendía a 125 pesetas. La esgrima hizo furor en la sociedad murciana. En 1896, fue necesario ampliar la sala y dotarla de vestuarios y duchas. Superado el centenar de socios, la llamada Sección de Esgrima y Gimnasia reclamó otro profesor. En 1897 fue contratado Primero Medrado. Ya comenzado el nuevo siglo, las obras en el Casino obligaron a instalar la sala en su piso principal, aunque el calor disuadía a muchos socios de practicar tan noble arte. Entretanto, los torneos o asaltos se sucedían. En Murcia, una vez al mes; aunque también en Cartagena y en el Teatro Romea en beneficio de la Tienda Asilo. Finalmente, en el año 1900 se convocó en la ciudad el esperado I Torneo Nacional de Esgrima. El impulsor de este primer torneo fue Isidoro de la Cierva. En una memoria sobre el acto aclaró que la afluencia de turistas a las procesiones de Semana Santa lo animaron a convocarlo en esas fechas, concretamente en la Pascua de Resurrección, para aprovechar el tirón turístico. No se equivocaba. En el Teatro Circo Aprobado el reglamento de la competición los principales periódicos nacionales se hicieron eco de la convocatoria, que pronto atrajo inscripciones de casinos y clubes de numerosas provincias. A ellos se sumaron, previa autorización del Ministro de la Guerra, los maestros de esgrima de las academias militares. El presidente de la Junta organizadora fue Luis Pascual de Riquelme, marqués de Peñacerrada. El interés por el torneo, que habría de celebrarse en el Teatro Circo Villar, creció por horas. Hasta el Ministro de Fomento, gracias a la mediación del entonces diputado murciano Juan de la Cierva, declaró la competición de interés público y oficial, nombrando comisario regio de la misma a Julio de Urbina, marqués de Cabriñana. Entre otros premios, la Reina regente y la Infanta Isabel enviaron a Murcia una medalla de oro y un alfiler de corbata. El banquete de entrega de galardones se celebró en el jardín de Floridablanca y estuvo a cargo del restaurante de Manuel Amat. Entre otras delicadezas se sirvieron ostras, “huevos a la parisién, vol-au-vent de pollo, meros al gratín, solomillo a la Perigord, dulce, café, helados y licores”. Que no faltara nada.]]>

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Comentarios (2)

De nuestra querida Murcia hay muchísimo que hablar y aquí, amigo Antonio, nos muestras un botón aunque sea en punta de florete.
Genial el artículo y su narración. Me ha gustado y me ha ilustrado. Gracias.
De Murcia me gusta todo: hasta los pasteles de carne y un tocinico de cielo de postre.

Muchas gracias! De estas cosas tu eres un referente! Un abrazo!

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