Durante muchos días se habría de comentar en Murcia, durante las asfixiantes tertulias de verano que tanto gustaban a los desocupados, que aquel hombre, si es que acaso lo era, podría haber derribado La Condomina de un solo puñetazo. En realidad, fue lo único que le quedó por hacer en su exhibición al campeón mundial de fuerza, llamado Joe Carson a pesar de ser polaco, en su única actuación en la ciudad.
La Condomina siempre fue un referente para la sociedad murciana que trascendió desde su inauguración en 1887 el interés de los aficionados a la Tauromaquia. Porque sus instalaciones sirvieron de sede para toda suerte de espectáculos y, en alguna época, acogieron hasta comercios en sus bajos, como lo prueba el breve publicado en el Diario de Murcia el 15 de abril de 1924, anunciando un «taller de reparaciones de máquinas de escribir de todas las marcas». Continuadores de aquel negocio son los bares de copas que, un siglo largo más tarde, abrirían sus puertas en los bajos del coso.
A comienzos del siglo XX y de la mano de Francisco Medel, profesor de Gimnasia del Instituto de Segunda Enseñanza, se celebraron entrenamientos en varios deportes sobre el redondel de la plaza de toros. Aunque recuerdan las crónicas que tenían más aceptación que el fútbol entre los vecinos del común, sería esta disciplina la gran rival de los toros durante décadas, venciendo finalmente la batalla por los espectadores. Pero en un principio no fue así. Y existe un episodio que, ya entrado el siglo, lo demuestra.
La decisión adoptada por el Comité de Competición de la Federación Nacional de Fútbol en 1944 acerca de no autorizar el aplazamiento de partido alguno de la Liga después del 9 de abril, cuando debía concluir la competición, apenas provocó inconvenientes a los equipos. Salvo al Real Murcia. Porque el Domingo de Resurrección de aquel año debía enfrentarse al Zaragoza y, el mismo día, se celebraba una de las tradicionales corridas en La Condomina.
Tan concurrida era la cita que la polémica se extendió por toda la ciudad. Hubo quien proponía cambiar de día el partido de fútbol; otros, que la corrida; aquellos, que se celebraba el festejo taurino al miércoles siguiente; y estos que se disputara la corrida a las cuatro de la tarde y el encuentro a las seis. Finalmente, el fútbol se mantuvo en su día y los toros se trasladaron el miércoles.
La relación entre el fútbol y el toreo en Murcia se estrechó como nunca antes lo había estado cuando el futbolista Jesús Pagán decidió convertirse en matador de toros. Pagán se presentó como novillero en La Condomina el 22 de julio de 1928 después de participar en diversos festivales. Compartía albero con una cuadrilla de cómicos y con el sorteo de regalos entre el respetable. La prensa destacaría su actuación, que le valió una oreja, aunque también advirtió de que «habrá que juzgarle con novillos de más respeto si trata de cambiar el goal por el volapié». Pagán no alcanzaría la gloria en el toreo.
Pero no solo el fútbol adquirió protagonismo en la plaza murciana. Durante generaciones, el edificio sirvió como punto de encuentro de los ciudadanos para las celebraciones y actos más curiosos, como las veladas pugilísticas impulsadas por Ricardo Liaño Richard. La introducción de esta disciplina alcanzó gran predicamento a partir de los años 40 y la empresa de la plaza impulsó numerosos torneos, en los que también se incluyó la lucha libre americana y la lucha grecorromana. Así se anunció para un sábado del mes de septiembre de 1945, cuando compitieron en el coso Tenso, excampeón de España de lucha, y Álvaro Santos, «que después de ser torero y boxeador se ha pasado a la lucha libre».
La fuerza de una fiera
El redactor del diario confiaba en que «los luchadores se ‘peleen’ de verdad y contribuyan así a su arraigo entre nosotros». En junio del año siguiente, el mismo rotativo publicó un gran anuncio para otro torneo a celebrar el día 29. Para la ocasión se celebraron dos combates de boxeo entre dos deportistas murcianos y otros dos alicantinos y dos combates de lucha libre, con otros cuatro contrincantes. El plato fuerte de la tarde fue la actuación de Joe Carson, el «excepcional atleta polaco-americano».
El cartel del acontecimiento aseguraba que Carson «clava clavos de diez centímetros en una madera de seis centímetros y medio con un solo golpe de su puño». Eso, sin contar que partía con las manos tres juegos de barajas juntos, modelaba esculturas con barras de dos metros de largo, sostenía en el pecho dos yunques de 300 kilogramos o sujetaba con los brazos dos coches en marcha.
Si algún aficionado aún albergaba dudas de la fuerza de Carson, quien era por entonces campeón del mundo de lucha libre y de fuerza, el mismo anuncio recordaba que este hombre en Cartagena había «arrastrado con la boca un tranvía y dos remolques con 38.000 kilos de peso». Total, un simple entretenimiento si tenemos en cuenta que ante el público de La Condomina se comprometía a introducirse en la garganta una «gruesa barra de hierro mientras diez hombres intentan estrangularle». El precio de las entradas era de 3 pesetas; 1,50 para señoras, niños y soldados y 5 pesetas las silla de pista.
Este tipo de festejos se extenderían durante décadas, en su mayoría convocados para los sábados y en verano, incluso en su modalidad femenina como el torneo celebrado en agosto de 1976 y que enfrentó a Mari Carmen y Estermann contra Drigitte Borne y Betty Rogers. O el espectáculo cómico del Enano D’Artacan, «el luchador más bajito del mundo, tanto que no puede subir por sí mismo al cuadrilátero».
También en verano, el coso se transformaba en hermosa sala de proyecciones cinematográficas, en competición con el resto de salas de la ciudad. Las sesiones, que eran dobles, solían comenzar a las 19.30 horas de la tarde.
Hielo de Nueva York
No menor expectación causó en Murcia la noticia de que La Condomina se convertiría en improvisada pista de hielo. Y aún más que se instalara semejante infraestructura sobre el albero en pleno mes de agosto, bajo el tradicional sol de justicia que abrasa la ciudad cada verano. Sucedió en 1954. La empresa de la plaza anunció la celebración del espectáculo Holiday on Ice de New York que, durante nueve días, entretendría a los murcianos cada noche a las once.