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El Belén perdido del general Franco

Si Carmen Martínez-Bordiú deseara compararse con una figurita de belén tendría a mano hasta un centenar y medio de esculturas para meditar tan curioso capricho. Y no se trataría de esculturas de andar por casa. A menos que la casa fuera el mismísimo Palacio de El Pardo, claro. Porque la nieta de Franco, contra todo pronóstico lógico, atesora una historia en común con el genial escultor Francisco Salzillo. Es, además y para enrevesar el misterio, la misma historia que también comparte con Juan Antonio Samaranch, quien fuera presidente del Comité Olímpico Internacional.

Todo comenzó en 1951, cuando al artesano, pastelero y mecenas Manuel Guillén Cerezo se le ocurrió agasajar al dictador con una copia exacta del Belén de Salzillo. Del medio millar de piezas de esta obra de arte se eligió un tercio. Más o menos, ya que ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuántas figuras se hicieron.

En una entrevista publicada en ‘La Verdad’ hace ahora 4 décadas Guillén Cerezo reconocía que «era difícil llegar al Caudillo y por eso me sentí feliz el día que se me ocurrió la idea de poder homenajearlo indirectamente». Carmen Martínez-Bordiú, primera nieta de Franco, acababa de nacer. «Y pensamos mi mujer y yo en regalarle el belén».

El proyecto consistía en realizar unos moldes de las piezas originales. El encargado fue José Nicolás Almansa, quien modeló, según Guillén Cerezo, «unas 110 obras» tras realizar periódicas visitas al Museo Provincial de Bellas Artes -donde se encontraba el Belén- en las que tomaba apuntes. Unos dos años más tarde, el regalo estaba preparado. Y por partida doble. Porque Guillén Cerezo también quiso una reproducción del Belén. Pedro Chico se encargó de la policromía.

El profesor José Lasso de la Vega impulsó la entrega de las obras, que fueron enviadas a Madrid para su instalación en la iglesia de El Pardo. Siete días empleó Almansa en el montaje. En otra entrevista al escultor publicada en 1953, aclaraba que «reproducí en barro las figuras de Salzillo, 95 humanas y 60 de animalitos». Así, el número de piezas alcanzaba las 165, medio centenar más de las que apuntó Guillén Cerezo.

Por aquellas fechas, el alcalde Ángel Fernández Picón pidió prestada la copia de Guillén Cerezo para exponerla en la plaza de la Cruz, según el diario ‘Línea’, o de Belluga, según ‘La Verdad’. Se inauguró el día de Nochebuena de 1955. No imaginaba el artesano que pronto perdería para siempre su Belén.

«Por un módico precio»

El diario ‘Línea’, tres días después de la inauguración, ya aconsejó a Guillén Cerezo que «demuestre su acendrado murcianismo haciendo propietario al Concejo de su magnífico belén». No haría falta. Porque el alcalde decidió que el Ayuntamiento se quedara las figuras e indemnizara con 11.000 pesetas a Industrias Belén, propiedad del mecenas. Otra versión la aporta el entonces edil, Carlos García-Izquierdo, quien gestionó la compra del belén y aseguró años más tarde que «el señor Guillén lo vendió al Consistorio por un módico precio». También el concejal advirtió de que Franco había donado su belén a la iglesia de El Pardo.

Las piezas vendidas por Guillén Cerezo fueron expuestas en el Belén municipal hasta 1970. Veintiocho años después serían restauradas para volver a instalarlas de la mano de la peña huertana La Pava. Entonces se constató que, del centenar de esculturas, solo quedaban 70.

Llegó el escándalo

La exposición de la copia en la I Feria Provincial de Muestras provocó una escandalera. Algunos acusaron a Almansa de haber realizado los moldes sobre las piezas originales. El portero del Museo recibió orden de prohibir el paso a Almansa, aunque el buen hombre desobedeció el encargo. En 1963, la Dirección General de Bellas Artes, para impedir que proliferan otras reproducciones, adquirió los moldes por 90.000 pesetas. Según documentos de la época, solo se compraron «86 moldes en escayola». Del resto no se tiene noticia.

Pero, ¿solo se hicieron los dos belenes que recordaba Guillén Cerezo? El mecenas reconoció en vida que, aparte de las dos copias, también «se hicieron algunas piezas sueltas, que se encuentran en casa de ciertos familiares míos; pero no belenes completos». Sin embargo, existió una tercera copia. O, cuando menos, eso mantienen diversos autores, entre los que se encuentra el nieto de Guillén, Pedro Sánchez Guillén.

Sánchez Guillén publicó un artículo en ‘La Verdad’ en 1998 donde revelaba que «fue tal el logro y perfección alcanzado en las figuras -de las cuales se hicieron tres copias-, que el mundillo belenístico de entonces» arremetió con Almansa, acusándolo de haber plagiado el belén. Almansa se vio obligado a emigrar a Guatemala, desde donde alcanzaría fama en todo el continente americano.

¿Regalo a Samaranch?

Sánchez Guillén confirmó en su artículo el paradero de las dos primeras copias, pero mostraba sus dudas sobre el destino de la tercera. Varios investigadores mantienen que fue regalada a Juan Antonio Samaranch, quien fuera presidente del Comité Olímpico Internacional. También es posible que el obsequio no fuera un belén completo, sino alguna de aquellas piezas que Guillén Cerezo reconocía que estaban en casa de sus familiares. Vaya usted a saber.

A estas alturas, de aquellas tres copias solo podemos admirar una: la que se expone hasta enero en una espléndida exposición organizada por el Museo Salzillo. De la reproducción de Samaranch no existe ni siquiera la más mínima evidencia. Y de la copia de Carmen Martínez-Bordiú, según el testimonio de un ilustre murciano que le preguntó hace unos años sobre su paradero, fue robada de su casa de campo. Igual en algún hogar estarán montando estos días el Portal sin saber que aquellas piezas fueron imaginadas por Salzillo. Pero mire, me extraña.

 

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