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El aceite de Torre Guil ya no brilla

Apenas queda nada de aquella bravura, fuerza y vigilancia que acreditaba el grifo mitológico de su escudo. Porque del linaje de los Guil, aquella saga que diera grandes caballeros y renombre a Murcia, solo permanece en Sangonera la Verde el vestigio de su casa solariega, la antigua Torre de Guil. Pero es muy probable que pronto, si nadie lo remedia, se escriba el último capítulo de este edificio histórico.

El Licenciado Cascales, en sus Discursos Históricos, anota que los Guil eran caballeros navarros que llegaron al levante durante la Reconquista. Los libros de Cartas Reales municipales reflejan los expedientes de nobleza de alguno de sus miembros, entre ellos Bernal Guil, citado como conquistador de Murcia.

A esta familia pertenecieron regidores y militares de alta graduación, así como el primer juez de bienes de la Santa Inquisición, los condes de Guil, los marqueses de Villamantilla de Perales, o el capitán Cristóbal Guil, quien sirvió al rey Fernando el Católico en Italia y en la toma de Orán, entre otras plazas.

Ermita de la Purísima

La casa-torre presenta dos edificios. El primero, que estuvo dedicado a la casa de los señores, apenas se mantiene en pie. A pesar de ello aún sorprenden las dimensiones de la mansión y la gran escalera monumental del vestíbulo, única en Murcia. El segundo, que ahora está en venta, lo forman otras casas e instalaciones junto a la antigua ermita de la Purísima, coronada por una torre.

La construcción actual, del llamado estilo barroco popular, data del siglo XVIII. Y está considerada -o lo debería- como un raro ejemplo de torre ubicada fuera del ámbito de la huerta. No es de extrañar, por tanto, que durante siglos adquiriera gran prestigio por la calidad de su aceite, considerado insuperable frente a cualquier otro producido en España.

La importancia del lugar para el desarrollo de la agricultura es innegable. El diario La Paz de Murcia anunció, el 17 de mayo de 1871 y en portada, la presentación de una revolucionaria máquina segadora. La crónica, también publicada por El Ideal, señalaba que «solo basta un conductor» para el manejo del artilugio. Y añadía el resultado de tan exitoso experimento: «Vimos una extensa llanura cubierta de hermosa mies segada en minutos por tan ingenioso artefacto». ¿Era la primera cosechadora murciana?

Apenas seis años después el Gobierno concedía al director de la finca, Diego Salmerón, el honor de Caballero de la Orden Americana de Isabel la Católica. No es de extrañar que en 1882 fuera considerada «el mayor establecimiento agrícola que existe en esta provincia». Así lo definió en un artículo publicado en La Paz el prestigioso catedrático de Agricultura Tomás Museros Rovira. El autor quedó prendado de la producción de productos de secano como los higos. Aún existe un antiguo secadero que, bien mirado, merece igual protección que la casa. Eso, sin contar las miles de tahúllas que conforman el actual Cemacam. Pero, sobre todo, a Museros le sorprendió la calidad del aceite.

Mejor aceite español

El Diario de Murcia, en 1890, echaba de menos el espléndido aceite de Sangonera, «pues el que se vende aún en las tiendas más acreditadas parece andaluz, por su grosura y su sabor poco fino. ¡No es aquella miel suavísima, aquel incomparable aceite de la Torre de Guil!». De hecho, basta observar los precios de mercado para concluir que debía ser un auténtico elixir.

En 1899, la arroba se cotizaba entre 13,75 y 14 pesetas. El andaluz no alcanzaba las 12,50 ni en su categoría superior, lo mismo que costaba la clase «corriente» del producto de Sangonera. En incluso se copiaba, lo que dio lugar a la publicación de anuncios en prensa que advertían del timo.

Las Provincias de Levante incluyó un breve para aclarar que el aceite de Torre Guil «no se vende, desde hace algún tiempo, más que por el propio cosechero», tanto en la misma finca como en el establecimiento de Francisco Pérez. «Se avisa al público -continuaba el texto- porque en varios establecimientos de esta localidad se anuncia y expende con aquel nombre aceite de otras procedencias».

Virgen de las Carrericas

Otra remota tradición justifica que la casona sea protegida. En la Catedral se conserva una escultura del siglo XIV considerada por el pueblo como la patrona de las preñadas murcianas. Se la conoce como Virgen de las Carrericas y estaba ubicada en un oratorio catedralicio de la familia Guil, cuyos miembros eran enterrados en ella, junto al lugar del Evangelio.

Del linaje hizo referencia el Conde de Roche y Pedro Díaz Cassou, dando noticia de que en 1592 fue vendida la capilla pero no la talla. El mismo autor refiere una leyenda sobre la imagen que era conocida como Santa María de los Guill. La torre fue residencia del senador Diego González-Conde, jefe del Partido Conservador. Durante la Guerra Civil fue convertida en Centro de Acuartelamiento para los mozos que residieran en las pedanías murcianas. El cuartel albergó a unos 1.000 soldados. Casi tantos como razones aconsejan ahora su protección inmediata antes de que sea demasiado tarde. Si es que ya no lo es.

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Comentarios (1)

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